Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

lunes, 21 de mayo de 2012

La mirada de Matthäus

El sábado pasado se jugó la final de la Champions League. No voy a entrar en disquisiciones sobre por qué se hacen cambios estúpidos en el fútbol como que la final se juegue en sábado en vez de en miércoles y no se hagan los cambios que hay que hacerse. En esta ocasión me voy a centrar exclusivamente en el partido. Como todo el mundo sabe ya, ganó el Chelsea, probablemente gozando de mucha suerte (que le ha acompañado durante todo el torneo) ya que el Bayern jugó mejor y mereció más. Sin embargo el partido llegó con marcador igualado tanto al final de los 90 minutos reglamentarios como después de una prórroga en la que el fantástico portero checo del Chelsea Petr Čech le detuvo un penalti a Robben. Ahí la lotería de los penaltis perjudicó al Bayern del mismo modo que le benefició contra el Madrid en semifinales. El partido fue bastante aburridete y de poco fútbol pero así son normalmente las finales. Sin embargo hubo una situación en el partido que me hizo recordar tiempos pasados, un hecho relacionado con otra final de Champions en la que también estuvo el Bayern, la famosa final de 1999 en la que el Manchester les remontó en los minutos de descuento para ganar el título.


En aquella final que se jugó en Barcelona, el Bayern se había adelantado mediante un gol de falta de Mario Basler a los cinco minutos de empezar el partido y controló el juego sin apenas problemas. Como les sucede a los italianos, los alemanes en el fútbol tratan siempre de rentabilizar pequeñas ventajas manejándose generalmente muy bien, por lo que además de que el Manchester tuvo pocas ocasiones, el Bayern contó con alguna más (un par de balones a los palos clamorosos) pudiendo haber resuelto antes de quedarse con tan fatídico desenlace. Yendo al tema que quería tratar, en aquella final, ejerciendo como jefe absoluto de la defensa bávara en su puesto de líbero, estaba el gran Lothar Matthäus. En aquellos momentos, el fantástico jugador alemán contaba con 38 años y apuraba su carrera futbolística, llena de trofeos ganados en sus clubes (ligas, copas y supercopas en Alemania e Italia además de dos copas de la UEFA con Bayern e Inter) y con su selección (campeón de Europa en 1980 y campeón del Mundo en 1990 tras ser 150 veces internacional) aunque dentro de esa fantástica colección de títulos le faltaba uno que todo futbolista desea poseer, la Copa de Europa.


Como ya he dicho, el Bayern ganaba 1-0 tranquilamente y controlando lo que sucedía en el partido. Entonces llegó el minuto 80 y el gran Matthäus fue cambiado recibiendo aplausos por doquier, ya que no en vano era historia en activo del fútbol mundial. Completamente sudoroso y exhausto, se sentó en el banquillo, se desató las botas, se bajó las medias y se desabrochó las espinilleras. Fue durante el camino a la banda cuando se relajó un poco y sonrió, quizá sólo para él mismo, mientras miraba al frente, como recordando todo lo vivido en sus más de 20 años de profesional, quizá rememorando aquella final de 1987, donde el Oporto de Futre y Madjer les levantó otra final parecida a ésta que acababa de abandonar, y pensando que en esta ocasión se iba a resarcir. Durante los siguientes minutos, en ocasiones en las que el juego se paraba, la cámara seguía de nuevo a Lothar que seguía con esa mirada como a lo lejos y con una ligera sonrisa. Luego llegó lo que llegó, la sonrisa desapareció y, aunque la mirada parecía seguir apuntando muy lejos, la cara de Matthäus expresaba una confusión extrema, como de no saber a quién culpar, aunque probablemente habría querido despellejar a los compañeros que estaban en el campo.



El sábado Thomas Müller, joven internacional alemán, en una jugada con un poco de fortuna, marcó de cabeza para el Bayern en el minuto 83 y, tras unos instantes de celebración, fue inmediatamente sustituido. Aunque la comparación entre ambos futbolistas no se sostiene principalmente por la diferencia de edad de ambos y por la manera de actuar al ser cambiados (la tranquilidad de Matthäus sentado con el nerviosismo de Müller de pie en la banda), cuando el Chelsea, por medio de Drogba, empató la contienda a poco del final del partido, la mirada de Müller, lejana y hacia todos lados, como preguntándose por qué sucedía lo que sucedía, me hizo retrotraerme a 1999 y a la mirada de Matthäus. A veces el fútbol tiene estas cosas.


Un resumen de la final de 1999 centrado en la figura de Matthäus se puede ver en el vídeo que pongo a continuación, está en italiano pero se entiende bien.

       

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