El último libro que me he leído, el que hace el número 111 (mola el número, ¿a que sí?) de este año, ha sido "Muerte en Estambul" del escritor Petros Márkaris. Se trata de la penúltima novela (la última ha salido a la venta hace poco) de la serie que el autor griego ha realizado desde 1995 con el comisario Kostas Jaritos como personaje principal de sus historias.
Antes de pasar hablar de Márkaris, de las historias de Jaritos y de este libro en concreto, voy a explicar algunas cosas sobre mi relación con la novela negra. La verdad es que igual que no recuerdo cuándo empecé a leer novelas (otro tipo de lectura sí, fue con una colección que se llamaba "Es divertido conocer" de la que seguro que terminaré hablando algún día) tampoco recuerdo desde cuándo leo novela negra en concreto, aunque la sensación que tengo es que lo he hecho siempre. Cuando era más pequeño leía libros que rondaban por mi casa de autores como Agatha Christie con su Hércules Poirot o su señorita Marple (ahora ese tipo de historias me resultan casi infantiles pero para todo hay épocas, digo yo) o Conan Doyle y su Sherlock Holmes (éste sin embargo me sigue pareciendo un personaje fascinante), pero desde que empecé la facultad, más o menos, he ido leyendo libros de género negro clásicos estadounidenses como los de Raymond Chandler (de bastante buen nivel), Dashiell Hammett (al que siempre se nombra pero que no me parece tan bueno) o Patricia Highsmith (una grande entre los grandes, sus libros son simplemente sensacionales) y sobre todo novela negra de autores europeos (los yanquis actuales en general no me convencen, Michael Connelly es mediocre y Donna Leon aburridísima). De este modo he leído las andanzas de Bevilacqua y Chamorro (Lorenzo Silva), Pepe Carvalho (Manuel Vázquez Montalbán) o Méndez (Francisco González Ledesma, el padre del gran Enric González) en España, las avenutras y desventuras de Wallander (Henning Mankell) o el inspector Beck (Maj Sjöwall y Per Wahlöö) en Suecia, los singulares casos de Montalbano (Andrea Camilleri) en Italia, los crueles asesinatos que suceden en el Hamburgo de Jan Fabel (Craig Russell), la sarcástica visión de Bernie Günther en la Alemania de los nazis (Philip Kerr), y los costumbristas casos de Kostas Jaritos (Petros Márkaris), entre otros (seguro que me dejo bastantes en el tintero).
Gracias a todas las novelas de este tipo (negra, misterio, intriga, noir, giallo...Como se prefiera llamar) que me he leído, he podido hacerme una idea de cómo son los lugares en los que viven los personajes y sobre todo conocer con alguna profundidad el tipo de sociedad que les rodea. De este modo, aunque parezca una chorrada, el conocimiento adquirido al leer esos libros me ha permitido no sorprenderme (es un decir) con lo que sucedió este verano con el chalado noruego de extrema derecha o la situación en Grecia con la crisis económica. De hecho lo que más me gusta de este tipo de novelas no es la resolución de los asesinatos en sí, sino, sobre todo, lo que rodea a los casos y lo que piensan los personajes (supongo que por eso soy muy fan de la novela negra pero no tanto del cine negro ya que una peli no tiene la capacidad de contarte tantas cosas sobre los personajes). Aunque este género ahora esté menos denostado, siempre se le ha considerado menor y me parece un error capital calificarlo como tal, los libros de los que hablo generalmente están bien escritos, sus personajes no son planos para nada, la trama se sostiene perfectamente y encima conoces cosas de sitios diferentes...A mí me parece más bien un género mayor, y seguro que hablaré de más libros de este estilo en adelante.
La serie del comisario Kostas Jaritos consta hasta hoy de siete libros traducidos al castellano y "Muerte en Estambul" es el sexto de la saga por la que su autor, Petros Márkaris, ha recibido recientemente el VII premio Pepe Carvalho. El personaje central es, en palabras del propio autor, "un hombre de lo más corriente, que gana un mal sueldo, que tiene una familia a la que quiere y a la que tiene que alimentar y un jefe que le impone respeto y al que teme". Yo añadiría que parece que está siempre cansado y harto, un poco de vuelta de todo, pero en realidad no es así. Su manera de ser cotidiana y su sabiduría de andar por casa, además de un punto de ironía francamente divertido, hacen que te enamores del personaje desde el primer momento en el que lees la primera página de la primera de las novelas. A mí me pasó.
Descubrí a este escritor y su genial personaje de pura casualidad. Resulta que en Madrid, cerca de la sucursal de la Casa del Libro que hay en la Gran Vía, en una callejuela aledaña, tenían una tiendecita de libros en saldo y descatalogados que también les pertenecía (desgraciadamente la cerraron). A esa tienda fui en muchas ocasiones, algunas buscando alguna cosa relacionada con un tema en concreto y la mayoría simplemente por el placer de pulular mirando libros (es una de las cosas que más me gusta hacer). Allí encontré uno de mis libros favoritos, "Fiebre en las gradas" de Nick Hornby (seguro que cuando lo relea, que lo haré, lo comentaré por aquí), y también me compré las dos primeras novelas de la serie de Jaritos. El que estuvieran descatalogadas me echaba un poco para atrás pero al empezar a leer la primera me enganché a la socarronería y el buen hacer del comisario Jaritos. Aunque fue ya hace unos años (por lo menos cinco) todavía me acuerdo de una frase estupenda que venía en el libro, en la que Jaritos se refería a otro personaje diciendo de él algo como "es de la generación del cincuenta, no porque naciera en esas fechas, sino porque su vocabulario no sobrepasa ese número. Si además quitamos gilipollas, coño y culo, nos quedan sólo cuarenta y siete palabras contadas". Aunque me encante leer cosas sobre su afición a los diccionarios, la relación con su temperamental mujer Adrianí, las historias de su hija Katerina o cómo se desespera con los compañeros que le rodean, fue con esa frase con la que me ganó para la causa.
En "Muerte en Estambul", Jaritos y su mujer están de vacaciones en la antigua Constantinopla (los griegos la siguen llamando así, flípalo) y al bueno del comisario le llega de rebote una serie de asesinatos que parecen tener su origen en una viejecita de 90 años que, por lo que se ve, va dejando a su paso (primero en Grecia y luego en Estambul) un reguero de asesinados por envenenamiento con pesticida...Sí, parece muy raro, porque lo es, y ahí lo dejo, jejeje. De nuevo el descubrir al asesino no es lo más importante sino que lo mejor de la novela se fundamenta en leer los pensamientos del gran Kostas Jaritos, en cómo maneja a su mujer (o más bien al revés), en su relación con el agente turco con el que tiene que llevar la investigación y, sobre todo, en conocer el trasfondo de la historia, en el que se deja entrever más o menos cómo de dura fue la vida de la minoría de población griega que vivió en Estambul durante todo el siglo XX (ahora es un número prácticamente irrisorio) y las consecuencias de las "tensiones" entre turcos y griegos durante todo ese tiempo. Para mí leer este libro, como con el resto de los de Jaritos, ha sido una experiencia más que satisfactoria, así que se lo recomiendo encarecidamente a todo el mundo, no sólo a aquellos a los que les gusten las novelas negras, sino a todo aquel al que le gusten las buenas novelas.
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