Hay veces en las que uno se queda así, sin palabras, sin saber qué decir, quizá porque son muchas las cosas que pasan rápido por la mente y cuesta mucho encauzarlas, dándoles forma y sentido de palabras y frases con alguna coherencia. Eso es justo lo que me pasa a mí hoy.
A priori hoy iba a escribir en el blog y publicar un post más sobre alguna canción de las que me gustan, el último libro que me he leído (una maravilla, "Yo confieso" de Jaume Cabré), la primera victoria fuera de casa del ¿remozado? Estu de Trifón Poch (ya era hora, la verdad), el aplastante ganaréis pero no convenceréis del Madrid del inefable Mourinho, lo apasionante que es alguna de las series que veo, o quizá alguna de esas historietas, cuentos o chorradas que se me ocurren de vez en cuando. Pero no.
Anoche se murió la hermana de mi abuela paterna, la tía C., y me he quedado sin ganas de escribir de nada que no sea eso, y sin embargo a la hora de ponerme delante del teclado me he encontrado justo como he explicado antes, completamente sin palabras. Por mucho que escriba aquí cómo era, lo mucho que la queríamos o lo tristes que podemos estar, siempre me quedaría muy lejos de expresar todo lo que siento desde que me lo han dicho. No ha sido una noticia sorpresa ni mucho menos, pero hasta que no se confirma es como si de alguna manera guardaras una fútil esperanza de que las cosas pueden cambiar, aunque eres plenamente consciente de que no va a ser así.
Ya no escribo más.
Querida tía C., te echaremos de menos.
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