Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

sábado, 31 de marzo de 2012

Los cochecitos

No me gusta la Fórmula 1. No me gusta que no haya apenas adelantamientos (lo que tiene gracia de una carrera) en casi dos horas de ¿espectáculo? que hacen que sea un coñazo de proporciones mayúsculas, no me gusta que para rellenar esos huecos que existen al no haber adelantamientos me hablen de cosas técnicas que no me interesan nada y sobre todo no me gusta nada que en 9 de cada 10 veces gane el que tiene el mejor coche aunque sea (eso dicen) mucho peor piloto que otros, es absurdo que un mecánico (eso de ingeniero de pista es un eufemismo acojonante) cualquiera pueda ser tan importante como el piloto en sí.

La F1 no me gustaba cuando era pequeño hace ya más de 15 años, ni desde hace unos años para acá con el fenómeno mediático de Fernando Alonso. De hecho, gracias a la excesiva cobertura informativa que recibe la F1 en España por culpa del éxito de Alonso, según pasa el tiempo cada vez le tengo más manía (ojo, también me pasa con el fútbol, no creo que el último peinado de Cristiano o que Messi estrene botas sea noticia) y por eso desde hace bastante me refiero a su competición con el despectivo nombre de "los cochecitos". Así, cuando alguien me pregunta por la carrera del día anterior simplemente digo: "no, no la vi, es que no me gustan los cochecitos".


Pese a mi manifiesta animadversión, considero que el que se pone al volante de una de esas máquinas del diablo a más 300 km/h tiene un par de narices bien puestas, además de estar en buena forma física (a esas velocidades el cuerpo tiene que reaccionar de maneras muy chungas) y mental (como pierdas la concentración aunque sea ligeramente, te arriesgas a perder la vida), así que, aunque crea que su deporte no valga una mierda como espectáculo, tienen mi respeto. Pero desde hoy más.


Esta mañana, mi padre y yo hemos ido a uno de los dos complejos de kárts que un bicampeón del mundo de rallies (más veces segundo y tercero, para que engañarnos) tiene con su nombre. Se trataba de gastar una de esas actividades que se venden en cajas de regalo hoy día y que había que usar hoy sí o sí porque caducaba. Teníamos derecho a dos carreras (creo que eran 12 minutos cada una) y nos pertrechaban con todo el material (mono, casco y demás). Ha sido muy poco divertido. Yo había ido a los kárts hace muchos años (cuando fui a Irlanda hace casi 14 años) y mi recuerdo era bueno, pero éste desde luego no lo va a ser. Básicamente por dos razones, en primer lugar porque según va pasando el tiempo conduciendo te vas mareando porque las cervicales no están acostumbradas a esos movimientos (de ahí el cuellaco que se gasta el bueno de Fernando) y, en segundo lugar, porque nos ha tocado con un grupo de fulanos que por lo visto van cada finde y nos pasaban (sin cuidado alguno y chocándose con nosotros) como centellas. Cuando estaba terminando la segunda tanda lo único que pensaba era en que se acabara en ese instante porque veía que hasta me desmayaba, y cuando he llegado a casa de vuelta de la "experiencia" me sentía igual de mal que cuando tienes la peor de las resacas, así que me he ido directamente a la cama sin comer. Ahora sí que estoy de acuerdo con aquello de "Bravo, Fernando".

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