He hecho una pequeña reflexión respecto al problema de la piratería digital en España, donde, desde el "boom" de Internet al comenzar el siglo XXI, las grandes empresas del entretenimiento (música, cine y videojuegos, y desde hace poco los libros) han estado clamando al cielo para que los gobiernos pongan freno a lo que consideran un perjuicio enorme para sus intereses, pero que, pese a todos los problemas derivados de la piratería, presentan año tras año enormes beneficios en sus cuentas de resultados económicos (sí, beneficios). De hecho, en todos esos sectores desde del año 2000 los ingresos se han incrementado anualmente excepto los últimos tres por culpa de la crisis económica mundial.
Año tras año las diferentes asociaciones de empresas de entretenimiento sacan resultados de estudios en los que achacan a la piratería miles de millones de euros de pérdidas. El método utilizado en este tipo de estudios ha sido puesto en duda por gran parte de la comunidad internauta, ya que en ellos se contabiliza cada descarga como una posible pérdida, y ni siquiera se contempla la posibilidad de que sólo un porcentaje relativo de la gente que descarga gratis los juegos, libros, canciones o películas compraría esos productos en caso de que no pudieran acceder de manera gratuita a los mismos. Las abultadas cifras que muestran estos informes de grandes empresas no hacen sino mostrar las dificultades que todos los sectores de la industria cultural están teniendo para adaptarse a los nuevos modelos de negocio que se pueden desarrollar a través de Internet.
A día de hoy nadie en la industria parece haberse planteado que, en la mayoría de los casos, para que cualquier consumidor descargue contenido cultural de Internet es necesario que disponga de una conexión de banda ancha, que paga mensualmente y sin protestar. De hecho, según datos del año pasado, nuestro país se encuentra entre las naciones en las que dicha conexión es de las más caras de la Unión Europea, con valores superiores a la media europea por encima del 10% en las conexiones de velocidad baja, del 21% en las conexiones de velocidad media y del 28% en las de alta velocidad. Estos datos son, si cabe, más grotescos si se realiza la comparación entre los distintos operadores históricos[1] a nivel europeo, ya que, si bien en la velocidad baja no hay apenas diferencia de precios (un valor un 0.3% más alto respecto de la media europea), en la velocidad alta (un valor un 58.6% más alto que la media europea) y, sobre todo, en la velocidad media (un valor un 84.6% más alto que la media europea) los precios son excesivamente elevados.
Ante estos datos, cualquiera podría pensar que quizá las industrias del entretenimiento en España deberían clamar por sus derechos a las grandes operadoras de telecomunicaciones para llevarse parte de los beneficios que éstas se llevan, ya que, ¿cuánta gente pagaría lo que paga de conexión a Internet si no pudiera descargarse gratis todo el contenido que descarga? A lo mejor la respuesta está precisamente ahí, en la posibilidad de disponer de una conexión a Internet a un determinado precio fijo convenientemente consensuado que sirviera de tarifa plana legal en la que se permitiera descargar de manera gratuita todo el contenido que el usuario quisiera y del que todos las industrias en conflicto sacarán un beneficio. Aunque pueda parecer un plan un tanto extraño, son ideas originales como la que hemos planteado las que pueden paliar de alguna manera el grave problema de la piratería.
[1] Aquellos que, como
Telefónica en España prestaban el servicio funcionando como monopolio y que en
la actualidad poseen el mayor porcentaje en el reparto del mercado.