Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

jueves, 21 de junio de 2012

RAY (*) - Telefilme de sobremesa


Telefilme de sobremesa

Anunciada a bombo y platillo como una de las películas de la temporada con premios y nominaciones en los Globos de Oro y los Oscars, el biopic del famoso cantante y pianista Ray Charles defrauda considerablemente y no pasa de ser la típica película con la que los canales de televisión de nuestro país nos entretienen la tarde de los fines de semana.

Taylor Hackford, director del film, nos presenta en “Ray” -con un ritmo lento, demasiado descriptivo, jalonado de numerosos flashbacks de su niñez- el tramo más importante de la biografía del músico afroamericano. En este periodo, de 1949 a 1979, nos muestra la evolución de su música (jazz, rythm&blues, soul, gospel y country) y la explosión de su carrera, desde que comienza a tocar en bares nocturnos de Seattle hasta que se convierte en una estrella. Sin embargo la vida privada de Ray Charles no fue un cuento de hadas y la película despliega algunos de sus momentos más turbios; graves problemas con las drogas, continuas infidelidades o el trauma infantil por la muerte accidental de su hermano pequeño. Son luces y sombras las que, como en la mayoría de los genios, dan forma a su existencia: se adapta a la ceguera afinando el resto de sus sentidos o se niega a actuar en lugares segregacionistas (por lo que es vetado en Georgia) pero, por el contrario, su desmedido amor por la música y el éxito provocan un tremendo desapego hacia todo lo que le rodea (familia, amigos, amantes...).

La película resulta un vehículo de lucimiento para el hombre que encarna al célebre artista, Jaime Foxx, que hace el papel de su vida. Si a su enorme parecido físico con el músico se le añade una excelente interpretación y una minuciosa precisión en cada mueca, gesto y guiño duplicando a Ray Charles, tenemos una mezcla que le ha valido a Foxx el reconocimiento del público y obtener el Oscar al mejor actor. Su actuación, unida a la espectacular banda sonora (sí, es tópico, pero hay que decirlo) y a la buena ambientación de la época (tomas reales y la puesta en escena te hacen pensar que de veras estás en aquellos años), salvan a la película del más absoluto fracaso, ya que resulta tremendamente pausada (casi soporífera en algunos instantes), su duración es excesiva, la historia completamente descafeinada y sus únicos momentos de brillantez son los puntuales números musicales de sus éxitos (“I´ve Got a Woman”, “Georgia of my mind” o “Unchain my heart”, entre otros). Es por ello que, si quieren saber del genial Ray Charles, mejor cómprense un disco de grandes éxitos y disfrútenlo en sus casas, la película sólo es un telefilme de sobremesa.

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