La función de ayer, a la que fui acompañado por mi madre (también profundamente emocionada), de una hora y cuarenta minutos de duración (qué rápido se pasa a veces el tiempo) fue sencillamente sublime, una maravilla entre las maravillas, una verdadera gozada de actuación que hace que el que la presencie se sienta especial. En ella, Lavand desplegó bastantes de sus trucos (o juegos como los llama él) más famosos, que no voy a describir yo aquí (más abajo hay vídeos) porque las palabras desvirtúan completamente lo que los ojos perciben en ellos, mientras entretenía con relatos, poemas, citas y anécdotas a las más de mil personas que observábamos embelesados cómo nos "engañaba" una y otra vez.
El mundo de la magia me ha atraido desde pequeño. A mí padre los trucos de magia con naipes siempre le gustaron y supongo que yo heredé esa afición. Recuerdo haber visto en la tele al fantástico Juan Tamariz (al que vi en directo la última noche de Reyes y también me gustó mucho, aunque no tanto como Lavand) haciendo trucos de cartas en diversos programas (como "Magia Potagia" o "Chantatachan") y yo me quedaba fascinado, girándome hacia mi padre para comentarlo, y la conversación era más o menos:
Rísquez: ¿Cómo narices hace eso?
Padre: Pues cómo va a ser...Con magia, jajaja (risa de padre).
Rísquez: Tamariz es el mejor.
Padre: Qué va, hay uno mejor.
Rísquez: ¿Cóoooooomo? Eso es imposible.
Padre: Sí, hay un tipo argentino, manco, que...
Rísquez: ¿Maaaanco?
Padre: Sí, manco. Resulta que hace todos sus trucos con la mano izquierda, porque perdió la derecha en un accidente. Cuando lo veas ya verás como es el mejor.
Aquel argentino manco, era (es) René Lavand, y sí, era (es) el mejor. Desde entonces he visto en la tele muchas veces a René Lavand, pero nunca lo había podido ver en directo, así que estaba muy ilusionado por ver cómo era su espectáculo entero, ya que evidentemente conocía ya sus trucos (ojo, conocer no significa saber cómo coño lo hace, de eso no tengo ni idea) pero no la manera en la que se desarrollaba toda la actuación. Y la verdad es que supero mis expectativas con creces, y eso que eran altísimas, consiguiendo que el niño que observaba los trucos de magia en la tele con los ojos como platos y una sonrisa de oreja a oreja volviera por espacio de algo más de 100 minutos, y que el adulto que soy ahora se emocionara con todas y cada una de sus historias y anécdotas.
Lavand se despidió deseando poder volver y dando las gracias al público. Decía que a su edad (cumple 84 este año) eso era lo que debía decir porque nunca sabes hasta cuándo vas a estar. Ojalá nos volvamos a ver. Quiero volver a ver si se puede o no hacer más lento...Quizá, quizá se pueda.
P.D. Este post es para mi hermana, para mi padre y para V., que por unas cosas o por otras, no pudieron disfrutar de semejante genio.
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