Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

jueves, 2 de junio de 2016

El penalti de Lucas Vázquez que valió una Champions

Dentro de no mucho tiempo casi nadie se acordará de quiénes tiraron los penaltis el sábado pasado, o de cómo se jugó el partido, quedarán en la retina tan solo los goles y los dos últimos penaltis, el fallado por Juanfran y el anotado por Cristiano. Y sin embargo no hay mejor ejemplificación de la final que el penalti de Lucas Vázquez.


Antes de la llegada a la resolución por aciertos desde el punto fatídico, disfrutamos de una final emocionante y con alternativas en el dominio. El Madrid comenzó asumiendo el mando, con unos 25-30 minutos iniciales en los que marcó un gol (en posible fuera de juego con mezcla de penalti sobre Sergio Ramos) y tuvo otro muy cerca que desbarató Oblak a quemarropa. A partir de ahí hizo off y se dedicó a sestear, en parte por la confianza en la facilidad de sus atacantes para definir al contraataque y en parte por el cansancio de una larga temporada. Enfrente, el Atlético se veía como un actor protagonista en una película de la que desconoce el guión. No está el equipo rojiblanco acostumbrado a llevar la iniciativa y a atacar, no por falta de jugadores que puedan llevar el peso del partido, sino por la ausencia de un goleador fiable (Torres no lo ha sido nunca y ahora lo es menos), con lo que la situación le pilló a contrapie hasta el descanso.


En la segunda parte un cambio por cada equipo desequilibró la balanza del lado atlético, al salir Carrasco por Augusto y Danilo por un lesionado Carvajal, ya que la banda derecha blanca se convirtió en la autopista del ataque del Atleti. Los mejores momentos del Atleti tuvieron como cénit un penalti inexistente de Pepe sobre Torres (de hecho era más falta del fuenlabreño que otra cosa) que Griezmann mandó al larguero. De penaltis iba la cosa, aunque entonces no lo supiéramos. Sin embargo, fuera de esa acción, el Atleti no tenía ocasiones mientras el Madrid las marraba frente a Oblak: un mano a mano de Benzema, una ocasión de Bale y otra de Cristiano. Hasta que en un fallo de marcaje sobre Juanfran en la banda derecha del ataque rojiblanco permitió a éste poner el balón justo en ese punto entre la defensa y el portero donde el delantero sólo tiene que empujar el balón a la red, algo que Carrasco hizo sin excesivos problemas. Y ahí fue donde el Atlético perdió la final.


En vez de sacar a Correa (ese era el cambio que tenía preparado el Cholo antes del empate), el Atlético decidió volver a su plan inicial: esperar. Eso hacen los colchoneros desde la llegada de Simeone. En vez del manido "partido a partido" o, mejor aún, el "ganar, ganar, ganar y volver a ganar", el mantra del Atleti es esperar, esperar y esperar hasta que veas a tu rival fallar. Eso sirve en muchos partidos, eso es innegable porque los resultados lo avalan, pero no para determinados partidos y determinados rivales. Simeone dejó vivir al Madrid pensando que con los tres cambios ya hechos por Zidane (un error de novato no guardar ningún cambio por si había prórroga), el tiempo extra sería para ellos como para el Madrid en Lisboa. Y eso fue lo que le mató. Los cambios de Simeone llegaron tarde y mal, porque no los hizo al empezar la prórroga y fueron obligados por extrema fatiga de Koke y Filipe Luis. El Madrid, mientras tanto, recuperó parte del fuelle que había ido perdiendo desde el final de la primera parte e incluiso fue mejor en la prórroga, aunque no concretó las acciones de peligro de las que dispuso. Todo se decidiría en los penaltis. Y ahí llegó Lucas Vázquez.


Bueno, quizás para concretar lo mejor sea decir que antes que Lucas llegó la decisión de Gabi. El capitán atlético (una vergüenza para el fútbol español que un tipo que amaña partidos esté donde está éste, aunque eso daría para otro post), siguiendo la superchería de Simeone (un obsesionado del horóscopo y supersticioso de libro), al ganar el sorteo decidió elegir tirar en segundo lugar para que se diera como en la tanda contra el PSV en octavos. El Madrid encantado, básicamente porque tirar primero era el objetivo de Ramos (que encima pudo elegir el fondo donde tirarlos) que venía aleccionado por la plantilla, conocedora de que el 60% de las tandas de penaltis las gana el que tira primero. Tras esto sí, apareció Lucas. Y lo hizo como los grandes, dando un paso al frente y diciendo "Yo quiero lanzar el primero, quiero hacer algo importante". Eso ya demuestra categoría, pero la clave de veras estuvo en el paseíllo hasta el punto de penalti. Con una mezcla de calma y concentración absolutas, el bueno de Lucas caminó desde el medio del campo haciendo malabares con el balón como si fuera un miembro de los Harlem Globetrotters, puso el esférico en su sitio, ajustó el disparo y celebró el tanto resaltando el escudo. Ahí ganó el Madrid la final, básicamente porque el resto de tiradores (incluido un cojo Bale) siguieron la estela marcada por el joven canterano y sólo hubo que esperar al fallo del rival. Curioso, ¿no? Esperar, esperar y esperar hasta que al rival veas fallar. Resultado: la Undécima.


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