Andrea Pirlo es un personaje curioso, un tipo silencioso y serio en un país pasional y de extremos, que no casa precisamente con su manera de moverse por el mundo. Pirlo empezó su carrera de futbolista como media punta, lo que en Italia se conoce como trequartista jugando detrás del delantero (o de los delanteros, cosa más extraña siendo italiano), pero su carencia de velocidad lastraba su crecimiento como jugador y su calidad no se mostraba más que en pequeñas gotas. Aunque fue fichado por el Inter, estuvo cedido en varios equipos hasta que Carletto Mazzone (uno de los pocos entrenadores italianos de los últimos años decidido a no especular jugando) lo tuvo en el Brescia y lo colocó de mediocentro o, como dicen en Italia, de regista. Ahí comenzó el fenómeno Pirlo. Lo fichó el Milan y su carrera ya la conoce todo el mundo, demostrando clase a raudales siempre con seriedad y sin aspavientos, sólo permitiéndose una media sonrisa de vez en cuando.
El caso es que el domingo, con Inglaterra por delante, el bueno de Andrea decidió que la manera de darle la vuelta a la situación era colocarle un gol estilo Panenka, que en Italia se conoce como hacer "il cucchiaio" (la cuchara). Rápido se me vino a la mente (no fui el único, obviamente) la escena de Francesco Totti en la Eurocopa del 2000 en semifinales contra Holanda, cuando en romanesco (el dialecto que se habla en Roma) le dijo a su compañero Di Biagio que era así como tiraría el penalti y Maldini, que tuvo que pedir que Di Biagio le tradujera, trató de impedirlo. Lo metió, evidentemente, y supuso la injusta eliminación de Holanda en un partido en el que Toldo se coronó parándolo todo (incluido un penalti durante el tiempo reglamentario) y donde los holandeses llegaron a fallar hasta cinco penaltis (dos en los primeros 90 minutos).
Así que cuando Pirlo hizo lo mismo el otro día, Totti (y otros tantos que hicieron lo mismo) salieron a la luz del recuerdo. Sin embargo hubo algo que me impacto más, algo que no había visto otras veces. Pirlo ni siquiera lo celebró, ni con una media sonrisa, simplemente se cercioró con la vista de que el balón entraba y se dio media vuelta, trotando hacia el medio del campo donde sus compañeros le esperaban con excitación. Parecía un tipo que volvía de la oficina, después de un día de trabajo. Eso fue, sin duda lo que me pareció más sorprendente. Veremos si Pirlo, el artista tranquilo, nos tiene reservado algo para la semifinal que tiene Italia el jueves contra Alemania.
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