Ahora que mis obligaciones laborales se han suspendido de manera eventual (qué bien me ha quedado la frase, jajaja), he decidido retomar una idea que me ha rondado la cabeza desde hace bastante tiempo: participar en un concurso de la tele. Sin recurrir a la falsa modestia, soy un jugador de Trivial francamente bueno (con un par de cervezas hasta diría que soy el mejor) y siempre he tenido la certeza de que si fuera a algún concurso de preguntas y respuestas de la televisión sería factible que me volviera a mi casa con un dinerillo. Eso sí, tendría que ser un concurso en el que el azar jugara un papel nimio, no hubiera pruebas absurdas y no existiera la posibilidad de que algún famoso te jodiera como Remedios Cervantes al chaval salmantino en "Atrapa un millón".
Pues bien, cuando me he puesto a buscar programas en los que podría participar, me ha venido a la mente uno que ya no está en antena y que se fue a pique por algo bastante curioso, se trata de "El rival más débil". El funcionamiento de dicho concurso era más o menos el siguiente:
Al inicio comienzan ocho participantes con la máxima cantidad del dinero que se hubiera establecido como premio y durante siete rondas deberán responder correctamente el mayor número de preguntas posibles dentro del tiempo límite para lograr el objetivo de perder la menor cantidad posible del dinero del premio. Al final de cada ronda se elimina un concursante por votación de los demás con el criterio, a priori, de echar a aquel cuyo rendimiento al contestar las preguntas haya sido más bajo o más perjudicial, aunque no existe la obligación de echar al peor sino aquel al que el concursante considere que es "el rival más débil". En caso de haber un empate en la votación, el mejor participante (el que más haya acertado) de la ronda decide quién queda eliminado. Los dos últimos participantes que queden juegan la final en la que a cada uno se le hacen cinco preguntas de forma alternada y, en caso de empate, se pasa a muerte súbita hasta que se produzca el desempate. El ganador se lleva el dinero acumulado a lo largo de todo el programa.
El concurso era originario de Gran Bretaña, donde había tenido tanto éxito que lo exportaron por el mundo, pero con lo que no contaron los productores del programa aquí en España era con la diferencia cultural que existe entre los anglosajones y nosotros. Resultó que, al contrario de lo que sucedía con los británicos, en el concurso español, los concursantes españoles no echaban al "rival más débil" sino al que acertaba más preguntas. La malentendida picaresca española aplicada al juego hacía que los más torpes fueran avanzando rondas mientras que los que más acertaban se fueran quedando en la cuneta, lo que repercutía en el premio que se llevaba el ganador final, ya que era considerablemente más bajo de lo que sucedía en su homónimo del Reino Unido.
A mi modo de ver, la gracia del programa (aparte de contar con una presentadora muy seria en plan Señorita Rottenmeier que hostigaba incesantemente a los concursantes subrayando su ignorancia) consistía en hacer valer lo que proclamaba su título y que de verdad se fueran yendo los concursantes que menos sabían, los más débiles. Sin embargo, se ve que por estos lares tenemos más desarrollado el miedo a las capacidades del otro que la confianza en las nuestras, y una y otra vez eran los que más acertaban los que se iban a la calle, con cara de desconcierto y estupefacción, mientras que los más tolis se quedaban con una sonrisa bobalicona que delataba su nivel intelectual.
Afortunadamente el programa no tuvo especial éxito (es triste ver cómo en tu país los más tontos son los que prosperan) y terminó cancelado. Sin embargo, analizando la Reforma Laboral que nos ha clavado (es el verbo más adecuado, sin duda) el actual Gobierno, unida a la baraja de recortes (iba a usar repóker pero me parecía que se quedaba corto) que van a realizar en todos los ámbitos (incluidos los más importantes como Sanidad y Educación), además del sucio indulto económico a aquellos que llevan años defraudando al Estado (es decir, a nosotros) y de la sensación de que los derechos sociales que se han ganado desde la dictadura pueden correr peligro, lo que se me ha pasado por la cabeza es, ¿no habremos hecho los españoles como los concursantes de "El rival más débil" y nos hemos quedado con los más tontos? Me temo que, de nuevo, la malentendida picaresca española nos ha jugado una mala pasada.
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