El mejor rato del día empieza justo cuando llego a la parada del metro, en torno a las 8:00, cuando me dirijo al trabajo. A esa hora saco mi libro electrónico de la bandolera en la que llevo mis pertenencias y me pongo a leer. Normalmente voy tan enfrascado que soy capaz de seguir leyendo mientras camino en el transbordo que tengo que realizar. Gracias a que ahora leo literalmente lo que me viene en gana gracias a que me descargo de internet los libros, he conseguido que ese rato de lectura que dura más o menos media hora, me permita desconectar completamente de lo que sucede a mi alrededor y me ayude a aforntar todo lo que tengo que hacer en el día. Es curioso, pero cuando vuelvo de trabajar no consigo ese aislamiento mental y, aunque sea el mismo tiempo el que invierto en ambos trayectos, leo bastantes menos páginas.
Cuando llego a la parada en la que me tengo que bajar, compruebo la hora y, si no son las 8:40, me siento en uno de los bancos del andén a esperar leyendo que llegue esa hora, que es cuando salgo a la cruda realidad. Sin embargo, el mejor rato del día no ha finalizado, porque, sobre todo cuando el tiempo acompaña, soy capaz de seguir leyendo mientras camino los siete u ocho minutos que hay hasta la oficina y es entonces cuando aparece la guinda del pastel, el niño rubio.
El niño rubio va a un colegio cercano, acompañado (es un decir) por su abuela, que le lleva la mochila. Lo mejor del niño rubio, de unos 4 ó 5 años de edad, es la vitalidad y la alegría que desborda. No camina, avanza en eses saltando y riendo a la vez que parlotea a su abuela, que camina unos metros más atrás mientras le contempla con una mezcla de ternura y preocupación, como la que tiene alguien que ha vivido lo suficiente como para saber que esa alegría poco a poco irá disminuyendo. Ver a ese niño cada día merece la pena aunque sólo sea por el mero hecho de que, sin que te des cuenta, su manera de ser te saca una sonrisa y te hace llegar contento allá donde vayas.
Ya no volveré a ver más a ese niño, porque esa etapa de mi vida acaba de terminar, así que el mejor rato del día tendrá que ser otro. Una pena, la verdad.
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