Este fin de semana pasado, como ocurre desde 1996 (antes se hacía en septiembre), hemos cambiado la hora en España retrasándola sesenta minutos. Ahora amanece antes y anochece antes también. Y digo yo, ¿por qué hacemos semejante majadería? El caso es que parece haber dos facciones enfrentadas y no me identifico con ninguna.
Por un lado están los que cumplen con la Directiva Europea, que es la que marca lo de atrasar los relojes en octubre y adelantarlos en marzo. Por el otro están los que, aprovechando el cambio de hora, saltan a la palestra hablando de que nos regimos por el huso horario equivocado, que estamos en el centroeuropeo y deberíamos estar alineados con el de Londres. Estos últimos arguyen que el cambio lo hizo Franco cuando se alineó con la Alemania nazi y que deberíamos volver al horario anterior, es decir, que amanezca incluso una hora antes de lo que lo ha hecho hoy (pasaría de las 7:45 a las 6:45) y anochezca también antes (pasaría de las 18:15 a las 17:15). Dicen que así viviríamos más saludablemente (cambiaríamos horarios de comidas, almorzando a las 13:00 y cenando a las 20:00, por ejemplo) como hacen nuestros vecinos europeos.
El caso es que, entre los que inmovilistas que me quitan una hora de Sol por las tardes y los imbéciles que pretenden quitarme dos, no sé por qué no surge una nueva postura que sea justo la contraria, es decir, que propugne que simplemente NO se atrase ni se adelante la hora. ¿Cómo somos tan idiotas de desperdiciar las horas de luz haciendo que amanezca pronto? ¿De qué me sirve a mí salir a trabajar cuando amanece si voy a salir de noche? ¿Estamos tontos o qué? Lo que el ciudadano español (me la suda lo que prefieran los alemanes, escandinavos y demás "modernos") con dos dedos de frente prefiere es salir de trabajar y poder disfrutar de luz cuanto más tiempo mejor.
Es curioso que se hable de ahorro energético (algo absurdo si se tiene en cuenta que la luz se enciende igual en la oficina que en casa, si es que hay oscuridad, y que se propugnó para ahorrar carbón...Quizás esté pasada de moda aquella medida, ¿no?) y no de salud, cuando la mayoría de estudios psicológicos indican que se producen más suicidios en los sitios con menos horas de luz. Me da la sensación de que el famoso ahorro energético sólo se produce para las grandes corporaciones, a las que la salud de los ciudadanos les importa poco o nada.
Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener
lunes, 31 de octubre de 2016
domingo, 23 de octubre de 2016
V. cumple años, como la Khaleesi
Hoy cumple años V., y aprovecho desde aquí para felicitarla. Aunque sigue siendo joven y lozana, y está estupenda, sé que tiene cierta tendencia a pensar (al menos a decir) lo contrario, así que creo que estoy en el deber de reflejar que se equivoca. Por ello, me he puesto a buscar cosas relacionadas con el día de su cumple o con la edad que adquiere hoy, para ver si con eso se anima. Y lo mejor es que cumple años el mismo día que Emilia Clark, la actriz que interpreta a la mítica Daenerys Targaryen, la Khaleesi de Juego de Tronos. Para quién conoce a V., ¿qué mejor personaje le podía tocar? Está claro que los astros a veces hacen coincidir situaciones curiosas como ésta. Muchas felicidades de parte de Rísquez. Un besazo.
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Cosas mías
jueves, 20 de octubre de 2016
Recuerdos futboleros (II)
Hace unos añitos empecé una sección llamada "Recuerdos futboleros" que, por una razón u otra, no he continuado hasta el momento. Hoy retomo esa sección para lanzar la segunda tanda de mis memorias de aficionado al fútbol, y lo hago retomando la numeración que usé en la primera tanda:
5. El penalti de Djukic. Deportivo de La Coruña 0 - Valencia C.F. 0 (14 de mayo de 1994).
Cualquiera de mi generación recuerda el penalti de Djukic, uno de esos hechos que se rememoran cada vez que se cumplen cifras redondas (al año, a los cinco años, a los diez...). Yo estaba en la casa antigua, la de cerca del Paseo de Extremadura, viendo el partido en Telemadrid y con la radio puesta (como todo el mundo entonces). La situación era clara, dado que el Barça había ganado al Sevilla, al Dépor sólo le valía la victoria para proclamarse campeón de Liga por primera vez. El 0-0 parecía definitivo, pero una internada de Nando (aquel lateral zurdo rubio que también jugó en el Valencia) en el área provocó un penalti que parecía decantar las cosas para el cuadro blanquiazul....¿Pero quién tiraba el penalti? Donato estaba fuera al haber sido cambiado, y Bebeto demostró en aquel momento por qué no jugaría nunca en un grande (carencia de "bemoles") pese a su incuestionable calidad como delantero. Lo tiró Djukic...Y lo paró González, que al celebrar la parada dejó claro que estaban primados hasta las cejas. Para la mitad de España que quería que ganara el Dépor (o que no quería que ganara la Liga el Barça) fue una pena.
6. El Milan aplasta al Dream Team. AC Milan 4 - FC Barcelona 0. (18 de mayo de 1994).
La primera final de Copa de Europa que recuerdo fue en la que el triunfante Dream Team de Cruyff, reciente ganador por carambola de su cuarta Liga seguida (la tercera en la última jornada), fue brutalmente aplastado por el Milan de Capello. Ya no estaban los mágicos holandeses de los 80 (Rijkaard, Gullit y Van Basten), pero Savicevic, Boban y Desailly (y Maldini, siempre Maldini) se bastaron para demoler al Barça en la final de Atenas. Aquello fue, literalmente, el final de un ciclo. Cruyff no renovó a Laudrup (que se fue al Madrid) ni a Zubizarreta, Stoichkov y Romario no volvieron a ser los mismos, y temporada y media después hasta echaron al genial entrenador holandés. Los goles de Massaro, Savicevic (éste para que la gente viera lo malo que era Zubizarreta) y Desailly fueron la losa del Dream Team.
7. Roberto Baggio y Julio Salinas, la cara y la cruz. Mundial de EE.UU. Cuartos de Final: Italia 2 - España 1 (9 de julio de 1994).
El Mundial de EE.UU. es el primero que recuerdo nítidamente, el primer acontecimiento de calado (Mundial o Eurocopa) del que soy capaz de rememorar partidos enteros o anécdotas varias. Podría nombrar cómo celebraba los goles Kennet Andersson, los cinco goles de Salenko contra Camerún, la celebración de los brasileños contra Holanda, o todo el Mundial de Roberto Baggio (sin duda el mejor jugador del campeonato, marcando en octavos, cuartos y semis para llevar a Italia a la final). Dentro de la trayectoria española en el Mundial, podría hacer referencia al gol de chorra de Goikoetxea contra Alemania, a la correcta victoria sobre Bolivia o a la paliza a Suiza en Octavos. Pero creo que lo que nos marcó a todos fue el partido de Cuartos frente a Italia. En aquel partido se resumió la diferencia que había entre las selecciones campeonas y las eternas aspirantes. Italia tenía a un genio y España no. Desde entonces en mi cartera siempre ha estado un cromo de Roberto Baggio de aquel Mundial para recordármelo.
Para empezar no hay más que analizar los onces titulares de cada equipo y quién jugó durante el partido por cada bando, la selección española de entonces era como su seleccionador: timorata y defensiva, casi sin ningún delantero puro y hasta seis defensas alineados. Italia por su parte era...Italia, es decir, defensa compacta y de nivel (Maldini a la cabeza), mediocampo correcto y peleón, y delantera decisiva (con Baggio, vamos), una mezcla del Milan campeón de Europa ese año con lo mejor del resto de italianos del Calcio. El caso es que, si bien España tenía grandes jugadores sin alinear (Guardiola, Guerrero, Cañizares), Italia no le iba a la zaga (Zola, Signori, Baresi lesionado), pero se trataba de un choque igualado. Y así fue. Italia se adelantó por medio de Dino Baggio (el otro), empató Caminero (el mejor jugador español en aquel Mundial) y, cuando el partido estaba por decidirse, Salinas falló delante de Pagliuca (tiro al muñeco de manual) y Roberto Baggio regateó a Zubizarreta y la metió en red. Las comparaciones son siempre odiosas, pero en algunos casos lo son más. El resto es conocido, Tassotti le rompió la nariz a Luis Enrique de un codazo (no se pitó ni el penalti ni la expulsión y al árbitro lo premiaron con la final del Mundial), se comenzó a hablar de la maldición de Cuartos y Clemente siguió infrautilizando a una gran generación de futbolistas hasta que pidió a gritos que lo echaran.
5. El penalti de Djukic. Deportivo de La Coruña 0 - Valencia C.F. 0 (14 de mayo de 1994).
Cualquiera de mi generación recuerda el penalti de Djukic, uno de esos hechos que se rememoran cada vez que se cumplen cifras redondas (al año, a los cinco años, a los diez...). Yo estaba en la casa antigua, la de cerca del Paseo de Extremadura, viendo el partido en Telemadrid y con la radio puesta (como todo el mundo entonces). La situación era clara, dado que el Barça había ganado al Sevilla, al Dépor sólo le valía la victoria para proclamarse campeón de Liga por primera vez. El 0-0 parecía definitivo, pero una internada de Nando (aquel lateral zurdo rubio que también jugó en el Valencia) en el área provocó un penalti que parecía decantar las cosas para el cuadro blanquiazul....¿Pero quién tiraba el penalti? Donato estaba fuera al haber sido cambiado, y Bebeto demostró en aquel momento por qué no jugaría nunca en un grande (carencia de "bemoles") pese a su incuestionable calidad como delantero. Lo tiró Djukic...Y lo paró González, que al celebrar la parada dejó claro que estaban primados hasta las cejas. Para la mitad de España que quería que ganara el Dépor (o que no quería que ganara la Liga el Barça) fue una pena.
6. El Milan aplasta al Dream Team. AC Milan 4 - FC Barcelona 0. (18 de mayo de 1994).
La primera final de Copa de Europa que recuerdo fue en la que el triunfante Dream Team de Cruyff, reciente ganador por carambola de su cuarta Liga seguida (la tercera en la última jornada), fue brutalmente aplastado por el Milan de Capello. Ya no estaban los mágicos holandeses de los 80 (Rijkaard, Gullit y Van Basten), pero Savicevic, Boban y Desailly (y Maldini, siempre Maldini) se bastaron para demoler al Barça en la final de Atenas. Aquello fue, literalmente, el final de un ciclo. Cruyff no renovó a Laudrup (que se fue al Madrid) ni a Zubizarreta, Stoichkov y Romario no volvieron a ser los mismos, y temporada y media después hasta echaron al genial entrenador holandés. Los goles de Massaro, Savicevic (éste para que la gente viera lo malo que era Zubizarreta) y Desailly fueron la losa del Dream Team.
7. Roberto Baggio y Julio Salinas, la cara y la cruz. Mundial de EE.UU. Cuartos de Final: Italia 2 - España 1 (9 de julio de 1994).
El Mundial de EE.UU. es el primero que recuerdo nítidamente, el primer acontecimiento de calado (Mundial o Eurocopa) del que soy capaz de rememorar partidos enteros o anécdotas varias. Podría nombrar cómo celebraba los goles Kennet Andersson, los cinco goles de Salenko contra Camerún, la celebración de los brasileños contra Holanda, o todo el Mundial de Roberto Baggio (sin duda el mejor jugador del campeonato, marcando en octavos, cuartos y semis para llevar a Italia a la final). Dentro de la trayectoria española en el Mundial, podría hacer referencia al gol de chorra de Goikoetxea contra Alemania, a la correcta victoria sobre Bolivia o a la paliza a Suiza en Octavos. Pero creo que lo que nos marcó a todos fue el partido de Cuartos frente a Italia. En aquel partido se resumió la diferencia que había entre las selecciones campeonas y las eternas aspirantes. Italia tenía a un genio y España no. Desde entonces en mi cartera siempre ha estado un cromo de Roberto Baggio de aquel Mundial para recordármelo.
Para empezar no hay más que analizar los onces titulares de cada equipo y quién jugó durante el partido por cada bando, la selección española de entonces era como su seleccionador: timorata y defensiva, casi sin ningún delantero puro y hasta seis defensas alineados. Italia por su parte era...Italia, es decir, defensa compacta y de nivel (Maldini a la cabeza), mediocampo correcto y peleón, y delantera decisiva (con Baggio, vamos), una mezcla del Milan campeón de Europa ese año con lo mejor del resto de italianos del Calcio. El caso es que, si bien España tenía grandes jugadores sin alinear (Guardiola, Guerrero, Cañizares), Italia no le iba a la zaga (Zola, Signori, Baresi lesionado), pero se trataba de un choque igualado. Y así fue. Italia se adelantó por medio de Dino Baggio (el otro), empató Caminero (el mejor jugador español en aquel Mundial) y, cuando el partido estaba por decidirse, Salinas falló delante de Pagliuca (tiro al muñeco de manual) y Roberto Baggio regateó a Zubizarreta y la metió en red. Las comparaciones son siempre odiosas, pero en algunos casos lo son más. El resto es conocido, Tassotti le rompió la nariz a Luis Enrique de un codazo (no se pitó ni el penalti ni la expulsión y al árbitro lo premiaron con la final del Mundial), se comenzó a hablar de la maldición de Cuartos y Clemente siguió infrautilizando a una gran generación de futbolistas hasta que pidió a gritos que lo echaran.
miércoles, 19 de octubre de 2016
"Múnich" y el alegato de Spielberg a favor de la Ley del Talión
Como suele suceder con los proyectos que llevan la firma de Steven Spielberg, desde su estreno en los cines de todo el mundo en 2005, tuve en mente ir a ver "Múnich", la película en la que el mítico director de cine estadounidense recreó lo sucedido tras el atentado ocurrido en la ciudad alemana que da título al film, en plenos Juegos Olímpicos de 1972. El hecho en sí es bien conocido, unos terroristas palestinos llamados Septiembre Negro tomaron como rehenes a once deportistas israelíes que terminaron siendo ejecutados. A modo de respuesta por tan grave incidente, al gobierno liderado por la famosa Golda Meir no se le ocurrió mejor cosa que responder con la formación de un grupo de agentes de élite preparados para vengar esas muertes. Esta última parte es la que nos cuenta Spielberg en la película.
Pues bien, como decía, tuve en mente ver la película pero por unas razones u otras no fui a verla al cine y, aunque la han proyectado en televisión en más de una ocasión, nunca tuve a bien disfrutar de su visionado. Y así pasaron 10 años, hasta finales de 2015, cuando una noche tonta en Navidades me puse a ello. Cuando terminé con ella estaba impactado, con una estupefacción ante lo que había contemplado que me dejó anonadado. Era tal el shock, que si no hubiera sido tan tarde (terminé de madrugada) habría llamado a alguien sólo para comentar lo que había visto.
La película es de una factura monumental en todos los sentidos, ya que, además de ser dirigida por Spielberg, cuenta con un fantástico elenco de actores (Eric Bana, Daniel Craig, Geoffrey Rush, Matthieu Kassovitz...), la producción no escatimó en gastos (la ambientación es fabulosa en todos los sentidos), la trama de la película es entretenida pese a la duración de su metraje, y así podría enumerar un largo etcétera para describir que se trata de una película fantásticamente realizada en todos los ámbitos. ¿En todos los ámbitos? No, en todos no.
Toda la película es un alegato de la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente, como bien se explicaba en el Antiguo Testamento. Aunque sea a través de un vehículo de entretenimiento, el bueno de Spielberg tiene como único objetivo mostrarnos su visión sionista de la vida y de la Historia: los judíos son los buenos y los palestinos los malos. Dios me libre de defender el acto terrorista de Septiembre Negro, fue algo que no tiene ningún tipo de justificación y que merece ser castigado...Pero no con más muerte. La respuesta de los asesinos israelíes (porque eso es lo que son) es igualmente reprobable, no se trata de algo ligeramente mejor por tratarse de una respuesta a un ataque, sino simple y llanamente eso: fríos asesinatos por venganza. En la película Spielberg, a través del fino trabajo de manipulación de los guionistas Tony Kushner y Eric Roth (ambos judíos, ¿casualidad?), nos muestra a unos terroristas palestinos que parecen bárbaros mientras que sus homólogos israelíes parecen sacados de un anuncio de Gucci; los asesinatos de los primeros son hechos por salvajes mientras que los perpetrados por los judíos son más que justificados; los palestinos son asesinos sin alma, no como los israelíes que son padres primerizos que se preocupan por el futuro de su familia.
Lo más torticero, dentro de una película tramposa total, es que se hace mutis por el foro con respecto al asesinato por error de Ahmed Bouchiki, una metida de pata descomunal cometida por los asesinos judíos (a los que pillaron, precisamente) y de la que no se hace mención en la película. Quizás lo único de la película que me provoca una sonrisa sea que fue ferozmente criticada por grupos judíos...Se ve que no estaban del todo satisfechos con el alegato de Spielberg a favor de la Ley del Talión.
Pues bien, como decía, tuve en mente ver la película pero por unas razones u otras no fui a verla al cine y, aunque la han proyectado en televisión en más de una ocasión, nunca tuve a bien disfrutar de su visionado. Y así pasaron 10 años, hasta finales de 2015, cuando una noche tonta en Navidades me puse a ello. Cuando terminé con ella estaba impactado, con una estupefacción ante lo que había contemplado que me dejó anonadado. Era tal el shock, que si no hubiera sido tan tarde (terminé de madrugada) habría llamado a alguien sólo para comentar lo que había visto.
La película es de una factura monumental en todos los sentidos, ya que, además de ser dirigida por Spielberg, cuenta con un fantástico elenco de actores (Eric Bana, Daniel Craig, Geoffrey Rush, Matthieu Kassovitz...), la producción no escatimó en gastos (la ambientación es fabulosa en todos los sentidos), la trama de la película es entretenida pese a la duración de su metraje, y así podría enumerar un largo etcétera para describir que se trata de una película fantásticamente realizada en todos los ámbitos. ¿En todos los ámbitos? No, en todos no.
Toda la película es un alegato de la Ley del Talión: ojo por ojo, diente por diente, como bien se explicaba en el Antiguo Testamento. Aunque sea a través de un vehículo de entretenimiento, el bueno de Spielberg tiene como único objetivo mostrarnos su visión sionista de la vida y de la Historia: los judíos son los buenos y los palestinos los malos. Dios me libre de defender el acto terrorista de Septiembre Negro, fue algo que no tiene ningún tipo de justificación y que merece ser castigado...Pero no con más muerte. La respuesta de los asesinos israelíes (porque eso es lo que son) es igualmente reprobable, no se trata de algo ligeramente mejor por tratarse de una respuesta a un ataque, sino simple y llanamente eso: fríos asesinatos por venganza. En la película Spielberg, a través del fino trabajo de manipulación de los guionistas Tony Kushner y Eric Roth (ambos judíos, ¿casualidad?), nos muestra a unos terroristas palestinos que parecen bárbaros mientras que sus homólogos israelíes parecen sacados de un anuncio de Gucci; los asesinatos de los primeros son hechos por salvajes mientras que los perpetrados por los judíos son más que justificados; los palestinos son asesinos sin alma, no como los israelíes que son padres primerizos que se preocupan por el futuro de su familia.
Lo más torticero, dentro de una película tramposa total, es que se hace mutis por el foro con respecto al asesinato por error de Ahmed Bouchiki, una metida de pata descomunal cometida por los asesinos judíos (a los que pillaron, precisamente) y de la que no se hace mención en la película. Quizás lo único de la película que me provoca una sonrisa sea que fue ferozmente criticada por grupos judíos...Se ve que no estaban del todo satisfechos con el alegato de Spielberg a favor de la Ley del Talión.
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Críticas ¿constructivas?,
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viernes, 14 de octubre de 2016
"Don Diablo" de Miguel Bosé
Hoy es viernes y toca canción. Concretamente "Don Diablo", uno de los muchos éxitos de ese artista polifacético que es Miguel Bosé (ha sonado a broma, lo sé). Se trata de una canción de 1980 (madre mía lo que ha llovido), del disco "Miguel" y, la verdad sea dicha, no es un temazo. Es hortera y provoca la risa fácil, al menos a mí. El caso es que últimamente, supongo que por la salida a la venta del último disco de Bosé (un acústico con sus grandes éxitos) he oído ya en muchos ambientes cierta sorna con respecto a qué canciones debería haber en dicho disco. Alguno apuntaba "Los chicos no lloran", otros "Amante Bandido" (esa a mí me gusta, la verdad, y tiene un videoclip francamente bueno), pero a mí dentro de la coña la que me parece más divertida es "Don Diablo".
"Don Diablo" tiene de todo: una letra semiabsurda, un tonillo tirando a ridículo, una coreografía de traca y un conjunto total que resulta hilarante. Con todo, es imposible olvidarla una vez oída y todo el que la escucha es capaz de tararearla. Como siempre dejo unos vídeos (el de 2013 demuestra que los años pasan para todos)y la letra a continuación...Cuidado con Don Diablo.
Don Diablo se ha escapado
tú no sabes la que ha armado
ten cuidado yo lo digo por si
anda por rincones
o se esconde en los cajones
de la presa que decida conseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Don Diablo que es muy cuco
siempre sale con el truco
del futuro colorado colorín
los encanta poco a poco
a cualquiera vuelve loco
recibidle si te empieza a perseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Don Diablo que se esfuma
y se afeita con espuma
en su forma que le gusta presumir
anda tras de ustedes
y usará de mil placeres
para ver como los puede conseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Un beso chiquitito, un swing agarradito la, la, la...
tú no sabes la que ha armado
ten cuidado yo lo digo por si
anda por rincones
o se esconde en los cajones
de la presa que decida conseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Don Diablo que es muy cuco
siempre sale con el truco
del futuro colorado colorín
los encanta poco a poco
a cualquiera vuelve loco
recibidle si te empieza a perseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Don Diablo que se esfuma
y se afeita con espuma
en su forma que le gusta presumir
anda tras de ustedes
y usará de mil placeres
para ver como los puede conseguir
seguid, si sigue así yo se lo voy a decir
que le cante a mi niña
como gozo cuando guiña
yo quisiera darle un beso chiquitín
con un swing por aquí, por allí
un beso chiquitín con un swing, ¡sí!
un beso chiquitín con un swing
me agarra muy suavemente
me atrapa en un tris tras
no tiene moral y es difícil de saciar
le gusta, y todo lo da
Un beso chiquitito, un swing agarradito la, la, la...
miércoles, 5 de octubre de 2016
"Julieta", la última mamarrachada de Almodóvar
Cuando uno tiene un viaje en avión con muchas horas por delante y el sueño no viene a visitarte, la alternativa es ponerse a ver películas como un loco, leer si es que no tienes pantalla (ahora mismo los aviones de vuelos largos suelen tenerlas individualizadas para todos los pasajeros) o aburrirte. Afortunadamente, tanto a la ida como a la vuelta de mi último viaje, tenía una amplia oferta de películas donde elegir, así que procuré no aburrirme. A la ida caí dormido fácilmente, pero a la vuelta necesité de varias películas para poder perder la consciencia. Una de ellas fue "Julieta", la última película perpetrada por Pedro Almodóvar. Sí, perpetrada, tras la mayúscula estupidez de "Los amantes pasajeros", el ¿cineasta? manchego ataca de nuevo, esta vez con un pseudo dramón de tres al cuarto que pasaré a desmenuzar (OJO, spoilers).
Julieta, interpretada por Emma Suárez con un peinado horroroso (esa espléndida mujer no saldría a la calle con el pelo así en la vida), es una mujer de más de 50 años que está empacando para marchar de Madrid con su pareja (Darío Grandinetti, un argentino de mediana edad que interpreta a un argentino de mediana edad), cuando, por azares del destino (o eso nos quiere mostrar Almodóvar) se encuentra con una amiga de su hija. Al oír de su hija tras tantos años, cambia radicalmente de opinión, y decide no sólo quedarse en Madrid, sino volver al edificio donde vivía con ella, y allí comenzar a escribir una carta que se supone servirá de hilo conductor a la historia. Digo se supone porque en realidad la carta es la pobre excusa para empezar a hablar del pasado desde el presente, lo que demuestra que en su empeño por ser original, Almodóvar tira de un truco manido y encima lo usa mal: con escenas al principio constantes (el largo plano secuencia con Emma Suárez en camisa y bragas) que, con el devenir de los minutos, se van diluyendo hasta que la carta se queda en nada.
De este modo, la Julieta que aparece en pantalla, visiblemente más joven e interpretada por Adriana Ugarte (vaya casting el que pretende hacernos creer que estas dos mujeres tienen algo en común) con un pelo y un peinado que ni el David Bowie más extravagante ha llevado nunca (en el primer fotograma en el que la ves, ya provoca risa), viaja en tren y conoce a un hombre con el que, tras una esperpéntica escena con un ciervo y un suicida (todo en ella resulta falsamente simbólico, completamente inane), termina acostándose. Aunque parezca que el hombre, uno de esos tiarrones que toda mujer heterosexual encontraría apetecible, sea de atrezzo, resulta que no, que unos meses después ella recibe una carta de él y retoman lo del tren. El muchacho no tiene desperdicio, está casado con una mujer que está en coma (aunque ésta palma según llega Julieta al pueblecillo costero del Norte donde vive) y es pescador. Aquí hago una parada. Almodóvar no ha debido ver un pescador en su vida, porque lo que nos pone es un modelo de Dolce & Gabbana para interpretarlo, cuando Karra Elejalde es probablemente lo más parecido a la realidad.
La muchacha se queda embarazada (ahí le bailan las cuentas al manchego porque no queda claro si ha sido el pescador de Gucci o el Espíritu Santo) y nace la causa de todas las desgracias, Antía. A partir de ahí, la historia pierde la poca ilación que tenía, con Almodóvar pegando saltos de años en el tiempo que sólo percibimos en los cortes de pelo de Adriana Ugarte y presentándonos personajes como de la nada (el viaje a ver a los padres de Julieta es de traca: el pescador no va, Julieta no ve a sus padres desde hace ni sé sin un motivo aparente, Julieta es andaluza y no se lo cree nadie). Es en ese momento cuando, en el dramón de Antena 3 de fin de semana que es esta película, vuelve a surgir el recurso facilón y el pescador de Armani la palma faenando en plena tormenta tras haber discutido con Julieta porque se acostaba de vez en cuando con una amiga suya (una artista local interpretada por Inma Cuesta, ¿quién podría culparlo?), cuando ves que no pegan ni con cola y ni siquiera hablan (¿cómo conviven tantos años así?). Y de aquí el no parar, el descenso a los infiernos de la estupidez, la inanidad más absoluta.
La niña estaba de campamento y, de primeras, no le cuentan nada. Resulta que ha hecho buenas migas con otra niña que vive en Madrid y allí que va a por ella. Se lo cuenta y tampoco es que sufra mucho, mientras que Julieta sigue como idiotizada (quizás lo único real de toda la película). La madre de la otra niña le ofrece quedarse cuidando de las dos niñas mientras se van de vacaciones y eso degenera en que se quedan a vivir en Madrid y en barrio pijo (sí, así como suena, de buenas a primeras y sin trabajo ni nada). En el siguiente salto temporal, ya hemos cambiado de Adriana a Emma (con un truco de adolescente haciendo un corto), Antía ya tiene 18 años y se va a pasar el verano previo a la Universidad en un retiro....Y desaparece. Julieta va al sitio y le dicen que no quiere verla más, y tras investigar un poco y hablar con la artista (que se está muriendo trágicamente, cómo no) mata dos pájaros de un tiro: se entera de que la culpa de la muerte del padre (¿?) y se echa novio (Darío Grandinetti, en la actuación más creíble del film, haciendo de sí mismo). De tal manera que volvemos al inicio de la película. Entonces, tras un accidente de tráfico casi tan estúpido como la película, Julieta recibe una carta de Antía en la que ésta le informa de dónde está exactamente y que entiende cómo se debió sentir Julieta cuando ella desapareció porque ahora uno de sus tres hijos se ha muerto ahogado. Julieta se dirige con su novio argentino de mediana edad a ver a Antía. Fin.
Para el que no haya visto la película y lea esto, juro que no me he inventado nada (ni siquiera lo último). Todo este cambalache de astracanadas es la última película del "genio". Boyero se queda hasta corto, porque es un cúmulo de chorradas sin sentido tal, que el espectador no puede más que quedarse perplejo ante la novelita rosa de adolescente hormonada que presenta el manchego. Los recursos facilones, la carencia de cohesión, los errores de raccord (relojes parados, por ejemplo), la falta de coherencia dentro de su propia absurdez, los giros de guión de telefilme barato, la pésima elección del casting (lo peor la elección de dos mujeres tan diferentes y el pescador modelo), la cuidada estética para no terminar contando nada...Podría citar muchas razones más para calificarlo como lo que es: un bodrio. Menos mal que no pagué ni un euro por semejante mamarrachada.
Julieta, interpretada por Emma Suárez con un peinado horroroso (esa espléndida mujer no saldría a la calle con el pelo así en la vida), es una mujer de más de 50 años que está empacando para marchar de Madrid con su pareja (Darío Grandinetti, un argentino de mediana edad que interpreta a un argentino de mediana edad), cuando, por azares del destino (o eso nos quiere mostrar Almodóvar) se encuentra con una amiga de su hija. Al oír de su hija tras tantos años, cambia radicalmente de opinión, y decide no sólo quedarse en Madrid, sino volver al edificio donde vivía con ella, y allí comenzar a escribir una carta que se supone servirá de hilo conductor a la historia. Digo se supone porque en realidad la carta es la pobre excusa para empezar a hablar del pasado desde el presente, lo que demuestra que en su empeño por ser original, Almodóvar tira de un truco manido y encima lo usa mal: con escenas al principio constantes (el largo plano secuencia con Emma Suárez en camisa y bragas) que, con el devenir de los minutos, se van diluyendo hasta que la carta se queda en nada.
De este modo, la Julieta que aparece en pantalla, visiblemente más joven e interpretada por Adriana Ugarte (vaya casting el que pretende hacernos creer que estas dos mujeres tienen algo en común) con un pelo y un peinado que ni el David Bowie más extravagante ha llevado nunca (en el primer fotograma en el que la ves, ya provoca risa), viaja en tren y conoce a un hombre con el que, tras una esperpéntica escena con un ciervo y un suicida (todo en ella resulta falsamente simbólico, completamente inane), termina acostándose. Aunque parezca que el hombre, uno de esos tiarrones que toda mujer heterosexual encontraría apetecible, sea de atrezzo, resulta que no, que unos meses después ella recibe una carta de él y retoman lo del tren. El muchacho no tiene desperdicio, está casado con una mujer que está en coma (aunque ésta palma según llega Julieta al pueblecillo costero del Norte donde vive) y es pescador. Aquí hago una parada. Almodóvar no ha debido ver un pescador en su vida, porque lo que nos pone es un modelo de Dolce & Gabbana para interpretarlo, cuando Karra Elejalde es probablemente lo más parecido a la realidad.
La muchacha se queda embarazada (ahí le bailan las cuentas al manchego porque no queda claro si ha sido el pescador de Gucci o el Espíritu Santo) y nace la causa de todas las desgracias, Antía. A partir de ahí, la historia pierde la poca ilación que tenía, con Almodóvar pegando saltos de años en el tiempo que sólo percibimos en los cortes de pelo de Adriana Ugarte y presentándonos personajes como de la nada (el viaje a ver a los padres de Julieta es de traca: el pescador no va, Julieta no ve a sus padres desde hace ni sé sin un motivo aparente, Julieta es andaluza y no se lo cree nadie). Es en ese momento cuando, en el dramón de Antena 3 de fin de semana que es esta película, vuelve a surgir el recurso facilón y el pescador de Armani la palma faenando en plena tormenta tras haber discutido con Julieta porque se acostaba de vez en cuando con una amiga suya (una artista local interpretada por Inma Cuesta, ¿quién podría culparlo?), cuando ves que no pegan ni con cola y ni siquiera hablan (¿cómo conviven tantos años así?). Y de aquí el no parar, el descenso a los infiernos de la estupidez, la inanidad más absoluta.
La niña estaba de campamento y, de primeras, no le cuentan nada. Resulta que ha hecho buenas migas con otra niña que vive en Madrid y allí que va a por ella. Se lo cuenta y tampoco es que sufra mucho, mientras que Julieta sigue como idiotizada (quizás lo único real de toda la película). La madre de la otra niña le ofrece quedarse cuidando de las dos niñas mientras se van de vacaciones y eso degenera en que se quedan a vivir en Madrid y en barrio pijo (sí, así como suena, de buenas a primeras y sin trabajo ni nada). En el siguiente salto temporal, ya hemos cambiado de Adriana a Emma (con un truco de adolescente haciendo un corto), Antía ya tiene 18 años y se va a pasar el verano previo a la Universidad en un retiro....Y desaparece. Julieta va al sitio y le dicen que no quiere verla más, y tras investigar un poco y hablar con la artista (que se está muriendo trágicamente, cómo no) mata dos pájaros de un tiro: se entera de que la culpa de la muerte del padre (¿?) y se echa novio (Darío Grandinetti, en la actuación más creíble del film, haciendo de sí mismo). De tal manera que volvemos al inicio de la película. Entonces, tras un accidente de tráfico casi tan estúpido como la película, Julieta recibe una carta de Antía en la que ésta le informa de dónde está exactamente y que entiende cómo se debió sentir Julieta cuando ella desapareció porque ahora uno de sus tres hijos se ha muerto ahogado. Julieta se dirige con su novio argentino de mediana edad a ver a Antía. Fin.
Para el que no haya visto la película y lea esto, juro que no me he inventado nada (ni siquiera lo último). Todo este cambalache de astracanadas es la última película del "genio". Boyero se queda hasta corto, porque es un cúmulo de chorradas sin sentido tal, que el espectador no puede más que quedarse perplejo ante la novelita rosa de adolescente hormonada que presenta el manchego. Los recursos facilones, la carencia de cohesión, los errores de raccord (relojes parados, por ejemplo), la falta de coherencia dentro de su propia absurdez, los giros de guión de telefilme barato, la pésima elección del casting (lo peor la elección de dos mujeres tan diferentes y el pescador modelo), la cuidada estética para no terminar contando nada...Podría citar muchas razones más para calificarlo como lo que es: un bodrio. Menos mal que no pagué ni un euro por semejante mamarrachada.
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lunes, 3 de octubre de 2016
Libros Leídos Septiembre 2016
Septiembre acabó y me di cuenta de que se me había pasado como un suspiro, probablemente por haber estado 17 días trabajando en México. Esa también es la razón por la cual he leído tan poco este mes, básicamente porque apenas lo he hecho en esas casi tres semanas. Sólo me ha dado para cuatro libros (dos en español, uno en inglés y otro en italiano): una novela, una obra de teatro, un cómic y un ensayo. Algo pobre y que me deja lejos de conseguir el reto que me puse de lectura al comenzar el año. Supongo que habré de ser más modesto en 2017. Siguiendo con la numeración de libros leídos durante el año, este mes han sido:
67. "La zona muerta" de Stephen King. 456 páginas (e-book).
En esta novela, el archifamoso Stephen King nos narra la historia de Johnny, un joven que, tras un grave accidente que le obliga a pasar casi cinco años en coma, de repente tiene "visiones" sobre el futuro cuando toca a determinadas personas u objetos. Por un lado, obviamente este don no es comprendido por todos y la mayor parte de las ocasiones sufre el rechazo por no ser entendido. Por otro lado, el accidente ha dejado a Johnny con evidentes secuelas físicas y emocionales (su novia termina casándose con otro, su madre está obsesionada con ideas religiosas sectarias, etc.). El desarrollo de la trama es interesante y entretenido, con un arco argumental final bastante original, aunque quizás a la novela le falte algo de "punch" general.
68. "Sleeper. Season 2" de Ed Brubaker y Sean Phillips. 288 páginas (tablet).
La segunda parte de Sleeper, la historia del agente de inteligencia Holden Carver infiltrado en la organización del peligroso Tao, sirve de cierre para la misma, manteniendo el mismo tono de género negro mezclado con ciencia ficción. En general esta entrega resulta bastante entretenida, aunque a la hora de cerrar la trama principal todo parece excesivamente improvisado y dudoso. Parece que el autor dudaba entre dar un final feliz o uno duro (el lector sabe que el correcto sería el último) y termina quedándose en tierra de nadie.
69. "Sei personaggi in cerca d'autore" de Luigi Pirandello. 100 páginas (e-book).
No sé si será por un tema de estado de ánimo, por haberla comenzado y haber parado durante dos semanas su lectura, porque quizás representada sea profundamente mejor, o porque sencillamente no me parece que dé el nivel, pero el caso es que esta obra me ha decepcionado profundamente. Sé que es de 1921 y que hay elementos dentro de la historia que la hacen tremendamente singular por ese hecho, como la innovadora idea de hacer teatro dentro del teatro, pero el tono general se me hace aburrido y no me parece que resulte especialmente brillante o genial. Quizás todo se deba a que esperaba más de la más famosa obra del Premio Nobel italiano Luigi Pirandello. Quizás no.
70. "El oro blanco" de Edmund de Waal. 422 páginas (e-book).
De un modo similar al que utilizaba en "La liebre de los ojos de ámbar" con el devenir de la colección de netsukes de su familia, en este caso Edmund De Waal nos narra el recorrido de la historia de la porcelana desde la China imperial hasta nuestros días. De este modo De Waal viaja por China, Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos contándonos cómo la obsesión por esos preciados objetos blancos crecía por doquier. Sin ser tan apasionante como su obra anterior, está escrita de forma amena y resulta interesante.
67. "La zona muerta" de Stephen King. 456 páginas (e-book).
En esta novela, el archifamoso Stephen King nos narra la historia de Johnny, un joven que, tras un grave accidente que le obliga a pasar casi cinco años en coma, de repente tiene "visiones" sobre el futuro cuando toca a determinadas personas u objetos. Por un lado, obviamente este don no es comprendido por todos y la mayor parte de las ocasiones sufre el rechazo por no ser entendido. Por otro lado, el accidente ha dejado a Johnny con evidentes secuelas físicas y emocionales (su novia termina casándose con otro, su madre está obsesionada con ideas religiosas sectarias, etc.). El desarrollo de la trama es interesante y entretenido, con un arco argumental final bastante original, aunque quizás a la novela le falte algo de "punch" general.
68. "Sleeper. Season 2" de Ed Brubaker y Sean Phillips. 288 páginas (tablet).
La segunda parte de Sleeper, la historia del agente de inteligencia Holden Carver infiltrado en la organización del peligroso Tao, sirve de cierre para la misma, manteniendo el mismo tono de género negro mezclado con ciencia ficción. En general esta entrega resulta bastante entretenida, aunque a la hora de cerrar la trama principal todo parece excesivamente improvisado y dudoso. Parece que el autor dudaba entre dar un final feliz o uno duro (el lector sabe que el correcto sería el último) y termina quedándose en tierra de nadie.
69. "Sei personaggi in cerca d'autore" de Luigi Pirandello. 100 páginas (e-book).
No sé si será por un tema de estado de ánimo, por haberla comenzado y haber parado durante dos semanas su lectura, porque quizás representada sea profundamente mejor, o porque sencillamente no me parece que dé el nivel, pero el caso es que esta obra me ha decepcionado profundamente. Sé que es de 1921 y que hay elementos dentro de la historia que la hacen tremendamente singular por ese hecho, como la innovadora idea de hacer teatro dentro del teatro, pero el tono general se me hace aburrido y no me parece que resulte especialmente brillante o genial. Quizás todo se deba a que esperaba más de la más famosa obra del Premio Nobel italiano Luigi Pirandello. Quizás no.
70. "El oro blanco" de Edmund de Waal. 422 páginas (e-book).
De un modo similar al que utilizaba en "La liebre de los ojos de ámbar" con el devenir de la colección de netsukes de su familia, en este caso Edmund De Waal nos narra el recorrido de la historia de la porcelana desde la China imperial hasta nuestros días. De este modo De Waal viaja por China, Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos contándonos cómo la obsesión por esos preciados objetos blancos crecía por doquier. Sin ser tan apasionante como su obra anterior, está escrita de forma amena y resulta interesante.
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