Apurando el último día del mes me encuentro repasando los libros leídos el mes anterior...Soy un desastre, lo sé, pero el caso es que he cambiado de trabajo hace poco y se me ha juntado con una semana de vacaciones, con lo que me ha resultado imposible escribir hasta ahora (y eso que tengo muchos temas en el tintero). Antes de volver al análisis, quiero dejar constancia de que éste es el último año en el que cuento las revistas futboleras como libros (lo que supone unas 15 lecturas menos al año), principalmente por dos razones: porque ahora registro las lecturas de otra manera y ahí no aparecen, y porque son revistas y no libros (que es lo más importante, rectificar es de sabios, dicen), así que las seguiré apuntando hasta que llegue 2017 pero no las reseñaré. A lo que voy, el mes de mayo me dio para 9 lecturas (una en inglés y otra en italiano, el resto en español), de las cuales 4 fueron biografías o crónicas personales, dos revistas futboleras, una novela, un ensayo y un libro de relatos. Siguiendo la numeración de libros leídos durante el año, tenemos:
35. "Panenka 47" VV.AA. 116 páginas.
36. "Martin Bauman" de David Leavitt. 464 páginas (e-book).
A estas alturas todo el
que haya seguido la carrera de David Leavitt sabe que sus libros siempre
cuentan con la homosexualidad como tema que siempre aparece, incluso en
obras en las que se trata de algo meramente anecdótico (como en "El
contable hindú"), razón por la cual decir que el protagonista del libro,
el Martin Bauman del título, es gay vendría a ser una perogrullada. Sin
embargo lo que parece menos baladí es el devenir de ese personaje, un
aspirante a escritor de unos 20 años que avanza en su carrera literaria
durante finales de los 70 y la década de los 80, y que parece un
trasunto del propio Leavitt. La historia está bien escrita, aunque la
prosa se vuelve excesivamente pomposa en ocasiones, pero el principal
problema es que la historia carece de interés alguno. La vida de Bauman
es tan absurdamente ordinaria que el lector se pregunta en innumerables
ocasiones el motivo por el cual ha sido escrita, además de esperar
fútilmente que suceda algo que merezca la pena. Probablemente sea la
única obra mediocre que haya leído de Leavitt, una auténtica decepción.
37. "El oficio más hermoso del mundo" de José Martí Gómez. 384 páginas.
José
Martí Gómez es uno de esos periodistas clásicos, un reportero de los de
antaño, de los que gastaban tanta suela de zapatos como tinta para
escribir. Sus crónicas, reportajes o entrevistas siempre son cercanas y
creíbles, y el lector tiene tras leerlas una sensación de conocer a la
persona entrevistada o de haber vivido lo que se narra en ellas. Es por
todo esto que este libro es una verdadera delicia, un resumen del
devenir de Martí en lo que él considera el oficio más hermoso del mundo
(tal y como lo cuenta, así lo parece) y que tiene la guinda en forma de
fantástica charla entre cuatro monstruos del periodismo en España (el
propio Martí, Josep Ramoneda, Javier del Pino y Jordi Évole), que hace
de epílogo del libro. Imprescindible.
38. "Let's explore diabetes with owls" de David Sedaris. 275 páginas (e-book).
David
Sedaris es un maestro del relato de humor, su estilo es siempre
reconocible: situaciones cotidianas llevadas al extremo, ya sea por el
estilo de "anécdota mejorada" que usa Hernán Casciari, o por pura
inventiva propia de historias de ficción. En este caso tenemos un
compendio de ambos tipos, con resultado desigual, ya que algunos relatos
son francamente buenos y otros simplemente anodinos. Quizás sea porque
el lector fiel de Sedaris (yo lo soy) espera más y más historias de su
familia (las mejores y más divertidas, bajo mi punto de vista) y menos
de las otras. Entretenido.
39. "Ahora que me acuerdo" de Juanma Iturriaga. 280 páginas.
Retomando
su libro anterior, pero dejando a un lado el orden cronológico, Juanma
Iturriaga nos narra en esta especie de secuela anécdotas con personajes
conocidos e historias de índole personal que le han ocurrido durante su
vida. El libro es entretenido, eso es indudable, pero la calidad
narrativa del anterior y la profundidad que se mostraba en él, hacen de
esta segunda pieza una obra menor que la original.
40. "Le nostre vite senza ieri" de Edoardo Nesi.160 páginas (e-book)
Tras saltar a la fama por
haber obtenido el reputado Premio Strega con "Storia della mia gente",
Edoardo Nesi escribió este ensayo en el que realiza una reflexión sobre
la manera en la que la crisis económica ha afectado a Italia y sus
ciudadanos, y plantea cómo cree él que se deben sobreponer a las
consecuencias de la misma. El libro está verdaderamente bien escrito y,
bajo mi punto de vista, resulta muy interesante porque en el análisis
que Nesi hace se pueden encontrar muchos paralelismos con lo sucedido en
España, con lo que las soluciones que plantea también son aplicables a
la realidad española.
41. "El Celta no tiene la culpa" de Alfonso Armada. 80 páginas.
En
la colección "Hooligans Ilustrados" hay libros muy buenos, buenos,
regulares y malos. Los he leído todos. Pues bien, éste es el peor de
toda la colección. La relación con el fútbol es en el mejor de los casos
tangencial, y la parte biográfica es tan inane que siendo un librito de
menos de 100 páginas se hace aburrido. En resumen, es malo de
solemnidad. El Celta no tendrá la culpa, principalmente porque que sea un bodrio es responsabilidad plena de su autor.
42. "Instrumental" de James Rhodes. 288 páginas (e-book).
James
Rhodes es actualmente uno de los concertistas de piano con más éxito
del mundo. En sus actuaciones, seguidas por público joven y gente que
sigue poco la música clásica en general, ntercala anécdotas y
chascarrillos de las piezas que toca, rompiendo los moldes establecidos
durante siglos. Pero Rhodes no es sólo un gran músico que está
revolucionando la escena de la anquilosada música clásica, también es un
tipo que sufrió abusos sexuales de niño que le hundieron la vida de tal
manera que las secuelas que le dejaron casi le cuestan la existencia:
fue adicto a drogas y alcohol, se autolesionó e incluso intentó
suicidarse. Estas cosas no ayudaron a su vida personal, como es
evidente, pero gracias a la música consiguió salvar la vida.
Instrumental es la historia de todo esto, y está narrada de manera
brutalmente honesta y con un estilo directo y fresco, uno de esos libros
que cuando los lees deseas que todos a tu alrededor también los lean.
Imprescindible.
43. "Panenka 48" VV.AA. 116 páginas.
Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener
jueves, 30 de junio de 2016
viernes, 10 de junio de 2016
Previsión para la Eurocopa de Francia 2016
Como viene siendo habitual desde hace más de una década, he organizado la porra entre amigos sobre las previsiones (siempre subjetivas) sobre lo que va a ocurrir en la Eurocopa que hoy comienza. El descalabro del pasado Mundial ni siquiera rompió una feliz racha de aciertos por mi parte (ya fuera con mi apuesta patriótica o con la cerebral) de la selección que se lleva el gato al agua que se remonta al Mundial de 2006 (he acertado todas desde entonces). Espero que en esta ocasión tampoco falle y sean nuestros muchachos quienes nos hagan muy muy felices el 10 de julio próximo, aunque la lista de Vicente Del Bosque no me haya entusiasmado.
PATRIÓTICA
PATRIÓTICA
1. Selección Campeona del Europa: España
2. Posición de España (1ª fase, Octavos, Cuartos, Semis o Final): Campeona.
3. Selección revelación: España (qué mayor revelación que ganemos otra vez,
si en realidad nadie da un duro por nosotros).
4. Selección decepción: Italia...Sería bonito, ¿no?
5. Jugador revelación: Nolito (España), artista en todos los sentidos.
6. Jugador decepción: Ibrahimovic...Casi más bonito que lo de Italia.
7. Mejor jugador: Iniesta (España), culminando una carrera de crack.
8. Posible final: España – Francia (sería orgiástico follarse a los gabachos en su casa).
9. Máximo goleador: Morata (España)...No me lo creo ni yo, casi me fío más de Nolito.
10. Mejor portero: David De Gea (España) o Casillas (España), el que decida Vicente, aunque supongo que será el primero, jajaja.
CEREBRAL
CEREBRAL
1. Selección Campeona del Europa: Francia, por mucho que me joda, siempre se las arreglan para organizar algo y ganarlo.
2. Posición de España (1ª fase, Octavos, Cuartos, Semis o Final): Cuartos
de final y palmando con Alemania, que nos tiene gato (para que las cosas vuelvan a su
cauce habitual y volvamos a casa con cara de gilipollas después de palmar).
3. Selección revelación: Croacia, llegando a semis sin que nadie se dé cuenta.
4. Selección decepción: Inglaterra o Portugal, aunque la verdad es que a estas alturas
nadie espera nada de ellos.
5. Jugador revelación: Dimitri Payet (Francia).
6. Jugador decepción: Cristiano Ronaldo (Portugal), total después de jugarlo todo estará cansado, ¿no?
7. Mejor jugador: Antoine Griezmann (Francia), que meterá en la final.
8. Posible final: Francia – Italia.
9. Máximo goleador: Thomas Müller (Alemania), gracias a las goleadas teutonas en la primera fase.
10. Mejor portero: Gigi Buffon (Italia), los viejos rockeros nunca mueren y si Italia llega lejos será porque está fino.
jueves, 2 de junio de 2016
El penalti de Lucas Vázquez que valió una Champions
Dentro de no mucho tiempo casi nadie se acordará de quiénes tiraron los penaltis el sábado pasado, o de cómo se jugó el partido, quedarán en la retina tan solo los goles y los dos últimos penaltis, el fallado por Juanfran y el anotado por Cristiano. Y sin embargo no hay mejor ejemplificación de la final que el penalti de Lucas Vázquez.
Antes de la llegada a la resolución por aciertos desde el punto fatídico, disfrutamos de una final emocionante y con alternativas en el dominio. El Madrid comenzó asumiendo el mando, con unos 25-30 minutos iniciales en los que marcó un gol (en posible fuera de juego con mezcla de penalti sobre Sergio Ramos) y tuvo otro muy cerca que desbarató Oblak a quemarropa. A partir de ahí hizo off y se dedicó a sestear, en parte por la confianza en la facilidad de sus atacantes para definir al contraataque y en parte por el cansancio de una larga temporada. Enfrente, el Atlético se veía como un actor protagonista en una película de la que desconoce el guión. No está el equipo rojiblanco acostumbrado a llevar la iniciativa y a atacar, no por falta de jugadores que puedan llevar el peso del partido, sino por la ausencia de un goleador fiable (Torres no lo ha sido nunca y ahora lo es menos), con lo que la situación le pilló a contrapie hasta el descanso.
En la segunda parte un cambio por cada equipo desequilibró la balanza del lado atlético, al salir Carrasco por Augusto y Danilo por un lesionado Carvajal, ya que la banda derecha blanca se convirtió en la autopista del ataque del Atleti. Los mejores momentos del Atleti tuvieron como cénit un penalti inexistente de Pepe sobre Torres (de hecho era más falta del fuenlabreño que otra cosa) que Griezmann mandó al larguero. De penaltis iba la cosa, aunque entonces no lo supiéramos. Sin embargo, fuera de esa acción, el Atleti no tenía ocasiones mientras el Madrid las marraba frente a Oblak: un mano a mano de Benzema, una ocasión de Bale y otra de Cristiano. Hasta que en un fallo de marcaje sobre Juanfran en la banda derecha del ataque rojiblanco permitió a éste poner el balón justo en ese punto entre la defensa y el portero donde el delantero sólo tiene que empujar el balón a la red, algo que Carrasco hizo sin excesivos problemas. Y ahí fue donde el Atlético perdió la final.
En vez de sacar a Correa (ese era el cambio que tenía preparado el Cholo antes del empate), el Atlético decidió volver a su plan inicial: esperar. Eso hacen los colchoneros desde la llegada de Simeone. En vez del manido "partido a partido" o, mejor aún, el "ganar, ganar, ganar y volver a ganar", el mantra del Atleti es esperar, esperar y esperar hasta que veas a tu rival fallar. Eso sirve en muchos partidos, eso es innegable porque los resultados lo avalan, pero no para determinados partidos y determinados rivales. Simeone dejó vivir al Madrid pensando que con los tres cambios ya hechos por Zidane (un error de novato no guardar ningún cambio por si había prórroga), el tiempo extra sería para ellos como para el Madrid en Lisboa. Y eso fue lo que le mató. Los cambios de Simeone llegaron tarde y mal, porque no los hizo al empezar la prórroga y fueron obligados por extrema fatiga de Koke y Filipe Luis. El Madrid, mientras tanto, recuperó parte del fuelle que había ido perdiendo desde el final de la primera parte e incluiso fue mejor en la prórroga, aunque no concretó las acciones de peligro de las que dispuso. Todo se decidiría en los penaltis. Y ahí llegó Lucas Vázquez.
Bueno, quizás para concretar lo mejor sea decir que antes que Lucas llegó la decisión de Gabi. El capitán atlético (una vergüenza para el fútbol español que un tipo que amaña partidos esté donde está éste, aunque eso daría para otro post), siguiendo la superchería de Simeone (un obsesionado del horóscopo y supersticioso de libro), al ganar el sorteo decidió elegir tirar en segundo lugar para que se diera como en la tanda contra el PSV en octavos. El Madrid encantado, básicamente porque tirar primero era el objetivo de Ramos (que encima pudo elegir el fondo donde tirarlos) que venía aleccionado por la plantilla, conocedora de que el 60% de las tandas de penaltis las gana el que tira primero. Tras esto sí, apareció Lucas. Y lo hizo como los grandes, dando un paso al frente y diciendo "Yo quiero lanzar el primero, quiero hacer algo importante". Eso ya demuestra categoría, pero la clave de veras estuvo en el paseíllo hasta el punto de penalti. Con una mezcla de calma y concentración absolutas, el bueno de Lucas caminó desde el medio del campo haciendo malabares con el balón como si fuera un miembro de los Harlem Globetrotters, puso el esférico en su sitio, ajustó el disparo y celebró el tanto resaltando el escudo. Ahí ganó el Madrid la final, básicamente porque el resto de tiradores (incluido un cojo Bale) siguieron la estela marcada por el joven canterano y sólo hubo que esperar al fallo del rival. Curioso, ¿no? Esperar, esperar y esperar hasta que al rival veas fallar. Resultado: la Undécima.
Antes de la llegada a la resolución por aciertos desde el punto fatídico, disfrutamos de una final emocionante y con alternativas en el dominio. El Madrid comenzó asumiendo el mando, con unos 25-30 minutos iniciales en los que marcó un gol (en posible fuera de juego con mezcla de penalti sobre Sergio Ramos) y tuvo otro muy cerca que desbarató Oblak a quemarropa. A partir de ahí hizo off y se dedicó a sestear, en parte por la confianza en la facilidad de sus atacantes para definir al contraataque y en parte por el cansancio de una larga temporada. Enfrente, el Atlético se veía como un actor protagonista en una película de la que desconoce el guión. No está el equipo rojiblanco acostumbrado a llevar la iniciativa y a atacar, no por falta de jugadores que puedan llevar el peso del partido, sino por la ausencia de un goleador fiable (Torres no lo ha sido nunca y ahora lo es menos), con lo que la situación le pilló a contrapie hasta el descanso.
En la segunda parte un cambio por cada equipo desequilibró la balanza del lado atlético, al salir Carrasco por Augusto y Danilo por un lesionado Carvajal, ya que la banda derecha blanca se convirtió en la autopista del ataque del Atleti. Los mejores momentos del Atleti tuvieron como cénit un penalti inexistente de Pepe sobre Torres (de hecho era más falta del fuenlabreño que otra cosa) que Griezmann mandó al larguero. De penaltis iba la cosa, aunque entonces no lo supiéramos. Sin embargo, fuera de esa acción, el Atleti no tenía ocasiones mientras el Madrid las marraba frente a Oblak: un mano a mano de Benzema, una ocasión de Bale y otra de Cristiano. Hasta que en un fallo de marcaje sobre Juanfran en la banda derecha del ataque rojiblanco permitió a éste poner el balón justo en ese punto entre la defensa y el portero donde el delantero sólo tiene que empujar el balón a la red, algo que Carrasco hizo sin excesivos problemas. Y ahí fue donde el Atlético perdió la final.
En vez de sacar a Correa (ese era el cambio que tenía preparado el Cholo antes del empate), el Atlético decidió volver a su plan inicial: esperar. Eso hacen los colchoneros desde la llegada de Simeone. En vez del manido "partido a partido" o, mejor aún, el "ganar, ganar, ganar y volver a ganar", el mantra del Atleti es esperar, esperar y esperar hasta que veas a tu rival fallar. Eso sirve en muchos partidos, eso es innegable porque los resultados lo avalan, pero no para determinados partidos y determinados rivales. Simeone dejó vivir al Madrid pensando que con los tres cambios ya hechos por Zidane (un error de novato no guardar ningún cambio por si había prórroga), el tiempo extra sería para ellos como para el Madrid en Lisboa. Y eso fue lo que le mató. Los cambios de Simeone llegaron tarde y mal, porque no los hizo al empezar la prórroga y fueron obligados por extrema fatiga de Koke y Filipe Luis. El Madrid, mientras tanto, recuperó parte del fuelle que había ido perdiendo desde el final de la primera parte e incluiso fue mejor en la prórroga, aunque no concretó las acciones de peligro de las que dispuso. Todo se decidiría en los penaltis. Y ahí llegó Lucas Vázquez.
Bueno, quizás para concretar lo mejor sea decir que antes que Lucas llegó la decisión de Gabi. El capitán atlético (una vergüenza para el fútbol español que un tipo que amaña partidos esté donde está éste, aunque eso daría para otro post), siguiendo la superchería de Simeone (un obsesionado del horóscopo y supersticioso de libro), al ganar el sorteo decidió elegir tirar en segundo lugar para que se diera como en la tanda contra el PSV en octavos. El Madrid encantado, básicamente porque tirar primero era el objetivo de Ramos (que encima pudo elegir el fondo donde tirarlos) que venía aleccionado por la plantilla, conocedora de que el 60% de las tandas de penaltis las gana el que tira primero. Tras esto sí, apareció Lucas. Y lo hizo como los grandes, dando un paso al frente y diciendo "Yo quiero lanzar el primero, quiero hacer algo importante". Eso ya demuestra categoría, pero la clave de veras estuvo en el paseíllo hasta el punto de penalti. Con una mezcla de calma y concentración absolutas, el bueno de Lucas caminó desde el medio del campo haciendo malabares con el balón como si fuera un miembro de los Harlem Globetrotters, puso el esférico en su sitio, ajustó el disparo y celebró el tanto resaltando el escudo. Ahí ganó el Madrid la final, básicamente porque el resto de tiradores (incluido un cojo Bale) siguieron la estela marcada por el joven canterano y sólo hubo que esperar al fallo del rival. Curioso, ¿no? Esperar, esperar y esperar hasta que al rival veas fallar. Resultado: la Undécima.
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