Este fin de semana pasado llegaba al Calderón el Madrid campeón de Invierno, líder de la Liga con 4 puntos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor, campeón de la Supercopa de Europa y el Mundial de clubes, el equipo del récord de victorias seguidas...Pero mostró el envés de todos esos éxitos y se pareció más al subcampeón de la Supercopa de España y al rival facilón que últimamente es para el Atlético de Madrid, cayendo ampliamente derrotado con un claro y contundente 4-0. Se puede argumentar que síntomas de que lo sucedió el sábado ya se habían visto en ratos contra el Valencia, el partido contra el Córdoba o la segunda parte frente al Sevilla, pero el baño al que se vio sometido por su vecino rival hacía mucho tiempo que no se lo daban al Madrid (habría que remontarse, quizá, al día del 5-0 frente al Barça en la época del ex-valido).
El meneo fue tal que no se salvó ni uno sólo de los excelsos jugadores del Madrid: Casillas con manos blandas en el primer gol (aunque no pudiera ver el disparo de Tiago porque se lo taparan los defensas), Carvajal irrelevante en ataque y superado en defensa, Nacho demostrando el porqué de ser el último en la rotación de centrales (le falta cuerpo y oficio para ese puesto), Varane inusualmente despistado, Coentrao inane, Kroos fatigado y sin ayudas, Khedira como siempre (mal), Isco desconectado, y la famosa BBC (Benzema, Bale y Cristiano) directamente desaparecidos. El mérito es del equipo de Simeone, bien aleccionado sobre lo que tenían que hacer (presionar la salida del balón del Madrid desde la defensa, agobiar a Kroos e Isco y que a cada recepción de los tres de arriba llegaran dos jugadores atléticos) y con una superioridad física manifiesta. Al gordito el partido le vino grande ya en la elección del once titular, ya que las bajas eran significativas (la pareja de centrales y Marcelo, sobre todo, además de la habitual de Modric y la reciente de James) pero terminó de estropearlo con la inclusión de Khedira (un hombre que resta mucho más de lo que suma, porque no produce nada más que patadas y empujones, y con el balón es una rémora) y la elección del esquema táctico (usó el 4-3-3 habitual cuando el Madrid ha jugado mejor y con más control con el 4-4-2, y más con el cansancio acumulado).
Cada vez me recuerda más este equipo a aquel gigante con pies de barro que construyó Queiroz en el que siempre jugaban los mismos y que realizó dos terceras partes de la temporada excelsas (liderando la Liga con autoridad, clasificándose para la final de Copa del Rey y goleando al Mónaco en la ida de los cuartos de final de Champions League) y terminó perdiéndolo todo de manera contundente (la Copa se la llevó el Zaragoza, el Mónaco remontó la eliminatoria y el Valencia ganó la Liga). Es triste que de aquella experiencia no se haya aprendido nada o muy poco, el Madrid todavía tiene en su mano levantar el vuelo en Liga y tratar de luchar por la Champions. Por de pronto hay que probar a Lucas Silva y darle más vuelo a Illarramendi, a día de hoy una participación positiva de ambos sería decisiva para la consecución de nuevos trofeos.
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