El siempre sabio refranero español nos aconseja: "al enemigo que huye, puente de plata". Pues bien, cuando se conoció la idea del Real Madrid de no renovar a Álvaro Arbeloa, pensé en ese refrán y en otro ("tanta paz lleves como descanso dejas") aunque el primero era más preciso. Que te alegres de la marcha de un futbolista de tu propio equipo sólo puede deberse a dos motivos: su rendimiento deportivo es mediocre o no te cae bien. Bajo mi punto de vista, con Arbeloa suceden los dos.
El rendimiento deportivo de Arbeloa desde 2012 (su momento cumbre como futbolista, haciendo una gran temporada en la Liga ganada por el Madrid y en la Eurocopa ganada por España) pasó de regular en 2013 (donde hizo un final de temporada tan lamentable que coronó con una actuación penosa ante Neymar en la final de la Copa Confederaciones) a mediocre en las siguientes, principalmente porque quedó relegado al rol de suplente ante la fulgurante aparición de Carvajal, con el que las comparaciones (como siempre pasa) eran odiosas. Su presencia en la Selección, obviamente, había quedado atrás ya en 2014, pero en el Madrid nadie pareció plantearse la idea de rescindir su contrato o buscarle acomodo en algún lugar fuera, pese a que cada vez que tenía la oportunidad de jugar, quedaba retratado fuera cual fuera el rival (hacía internacional a cualquiera que pasara por su banda, ya fuera por su carencia de técnica como por su lentitud). Cuando alguien se preguntaba por qué sucedía esto, no faltaban los palmeros hablando de su compromiso con el equipo, su actitud de anteponer al club por encima de él y demás chorradas que sólo significan que es un pelota (o un trepa) de tomo y lomo.
Arbeloa fichó por el Deportivo de la Coruña siendo Joaquín Caparrós entrenador del equipo blanquizaul, siendo una joven promesa proveniente de la cantera del Real Madrid. Caparrós le dio confianza absoluta y él respondió con gran rendimiento (lo que le valió fichar por el Liverpool tras sólo seis meses en Riazor) y con una actitud que lo acompañaría durante toda su carrera: el peloteo al jefe. En aquella época, Diego Tristán y Scaloni se encontraban apartados del equipo porque el club tenía retrasos en los pagos y habían protestado, de tal manera que Lendoiro le dijo a Caparrós que los apartara. Ante esa medida, al joven Arbeloa le preguntaron los medios por su opinión sobre el tema. Ahí sólo tienes dos opciones: el patrón que te paga o tu compañero. Arbeloa eligió patrón, como siempre desde entonces.
En el Liverpool, su apego a Benítez fue total, lo que, junto a un buen rendimiento le permitió convertirse en titular de uno de los equipos europeos con más gloria y llegar a la selección española. Astuto como pocos, cuando vio que el mandato de Benítez estaba llegando a su fin, aprovechó la coyuntura y volvió al Madrid, donde lo esperaba Pellegrini. Con este último ni fu ni fa, supongo que porque vio que duraría poco, pero con el siguiente sí que dio el todo por el todo, ya que para el inefable valido portugués de Florentino jugadores como Arbeloa son esenciales para llevar a cabo sus planes de pérfida ponzoña. Del tristemente ínclito entrenador luso no diré nada más (aquí ya he hablado mucho sobre él), pero cuando hubo que dar la cara por un compañero (Casillas), el bueno de Álvaro la dio por el entrenador y el presidente. Pero lo mejor estaba por venir.
Nadie puede decir que Arbeloa sea tonto, ni mucho menos, más bien al contrario, principalmente porque siempre se arrima al Sol que más calienta. Lo hizo en La Coruña, en Liverpool y en el Madrid con varios entrenadores, pero el movimiento más sublime es el que ha tenido con Rafa Benítez en esta segunda etapa con él. Dada la frágil y delicada situación de Benítez en el Madrid desde su fichaje, dar la cara por él habría sido demasiado arriesgado, así que dio la callada por respuesta...Hasta que ahora, se despacha sin problemas: "Con Benítez no cuajamos. Ni él con nosotros ni nosotros con él. Éramos
como agua y aceite. Intentamos que funcionara, porque él y nosotros
queríamos ganar, pero no había el entendimiento que hay con Zidane, que
es uno de los nuestros, que ya convivió con nosotros [2014]."
¿Se puede ser más rastrero, más trepa, peor compañero? Lo dudo. Por eso, que se le diera el domingo un homenaje que no han tenido otros que lo han merecido más (Raúl y Casillas, sin ir más lejos), me parece una de las cosas más sucias y peor manejadas por el Madrid desde que tengo uso de razón. Fue asqueroso ver la que se montó con un jugador mediocre y un personaje de una catadura moral digna de una alimaña. Un puente de plata completamente inmerecido.
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