No recuerdo haber usado en este blog nunca nombres y apellidos de la gente que conozco o con la que me relaciono, básicamente porque fue una de las pocas normas que me autoimpuse cuando empecé a publicar aquí. Hoy, sin embargo, voy a romper esa regla para hablar de Carlos Matallanas.
Conocí a Carlos hace muchos años, más de 20, cuando él llegó al colegio en 4º de E.G.B. y yo ya llevaba un curso allí. Sin considerarnos nunca amigos, y pese a un inicio de relación áspero, siempre fuimos compañeros cordiales durante los años de colegio e instituto. Concretamente fuimos compañeros de clase desde 4º hasta 1º de B.U.P. cuando nuestros caminos se bifurcaron: yo fui a 1º C y él a 1º A. Juntos compartimos el viaje a Praga, Viena y Budapest de 3º de B.U.P. o el de Barcelona el curso siguiente, que se unieron a los de Cercedilla y Portugal (la primera vez que salí de España) de 4º y 5º de E.G.B. ya al de Asturias de 8º (cuando me jodí la muñeca bajando en bici). Recuerdo haber ido con él y otros dos compañeros siendo unos chavalines a un clínic de baloncesto en el Palacio de los Deportes (el que se quemó) en el que participaron Sabonis, Herreros (cuando todavía tenía pelo) y, si no recuerdo mal, Sasha Djordjevic. Alguna vez coincidimos en el mítico "Anfi", el lugar donde comenzamos a hacer botellón. Ambos fuimos agraciados con la matrícula de honor en nuestro primer año universitario por las notas académicas conseguidas en los años de instituto. Y tras selectividad cada uno hizo su camino, yo hacia las dichosas telecomunicaciones y él hacia las comunicaciones (sin "tele") al hacer Periodismo como su hermano mayor Javier (hoy subdirector del As). Las últimas veces que lo vi fue precisamente camino de la facultad, en el metro, hace más de diez años, cuando me comentaba somnoliento lo difícil que se le hacía madrugar los lunes porque no lo hacía ni viernes, ni sábado, ni domingo (en Periodismo no tenían clase los viernes, con lo que cualquiera puede imaginar la cantidad de tiempo libre que tenía). Desde entonces sólo noticias sueltas, lo que leía en "El Confidencial" (donde trabaja desde 2007 como redactor de Deportes) y alguna cosa que nos contaba su hermano pequeño Gonzalo cuando jugamos contra él al fútbol sala en las ligas municipales. Lo último que sabía de él era que andaba viviendo en Cádiz, apurando su carrera de futbolista semiprofesional. Eso era todo hasta la noticia de la semana pasada.
El día 1 de octubre Carlos abrió un blog en El Confidencial en el que las primeras palabras eran: "Hola, soy Carlos Matallanas y me acaban de diagnosticar ELA". Así, duro y a la encía, como cualquier buen titular de un periodista que se precie. En el primer post de "Mi batalla contra la ELA" el bueno de Carlos decidió contarnos primero cómo surgieron los primeros síntomas, lo que se sabe de la enfermedad (poco, por no decir que casi nada) y transmitirnos sus ganas de luchar contra ella. Echándole un par de huevos, hablando en plata, para narrar de manera precisa que va a hacer todo lo posible por ir contra una enfermedad tan jodidamente dura que no tiene tratamiento eficaz y que acaba con el que la padece en una media de cinco años desde el diagnóstico. Carlos siempre fue un tipo de carácter fuerte, luchador y "echao p'alante", y tras leer su blog veo que eso no ha cambiado un ápice. Habrá que seguirlo, eso está claro.
Cuando me enteré de la noticia, después de que pasara la sorpresa y la comentara con los allegados (mi familia y amigos, que todos conocen a Matallanas), analicé la situación desde el punto de vista personal, preguntándome cómo habría reaccionado yo ante semejante problema. Me gustaría pensar que habría sido tan valiente como lo está siendo Carlos, pero obviamente no lo sé y afirmar lo contrario sería algo impostado. Lo que sí pensé, sin embargo, es que trataría de disfrutar del tiempo con vida todo lo posible, tratando de exprimirle a la vida todo lo que me pudiera ofrecer...Aunque, analizándolo fríamente, ¿por qué es necesaria una enfermedad o una desgracia para pensar eso? No se trata de vivir cada día como si fuera el último (jodido Steve Jobs y su dichoso discurso en Stanford), pero sí de disfrutar de la vida y ser feliz, y eso deberíamos aplicarnos todos. Por todo ello, desde aquí, aprovecho para desearle al gran Carlos Matallanas mucho ánimo en su lucha (ojalá sea productiva) y que sea muy muy feliz en el tiempo que le "robe" a la enfermedad. Seguro que lo consigue, es un luchador infatigable.
Vi la noticia la semana pasada. Me gustó, y conmovió, la forma en la que describió sus primeras síntomas y el avance de la enfermedad. Le deseo lo mejor y también deseo, más aún, que se investigue para al menos mitigar los daños. Es raro ver el silencio que hay ciertas enfermedades con el eco que se les da a otro.
ResponderEliminarTe recomiendo un informe robinson sobre esta enfermedad en los ex-jugadores del Calcio. Son muchos los casos sin saber la causa.
Vi aquel Informe Robinson, con el caso Borgonovo a la cabeza, algo verdaderamente espeluznante, porque se dejaba entrever que el dopaje tenía algo que ver. No lo sé, ni soy médico ni tengo información, pero lo que sí tengo claro es que se debería investigar a fondo en enfermedades como ésta, que se llevan por delante a un montón de gente sin comerlo ni beberlo.
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