Hay un mantra que se repite constantemente en las finales deportivas. Las finales no se juegan, se ganan. Si hay un equipo en el mundo al que esa máxima se le ajusta como un guante, ese es, sin duda, el Real Madrid. Desde el lejano mayo de 1981, el Real Madrid ha jugado 8 finales de Copa de Europa y las ha ganado todas, en partidos fáciles y difíciles, contra rivales de todo pelaje (Juventus, Valencia, Bayer Leverkusen, Atlético de Madrid y Liverpool), y haciendo suyo el mantra recién comentado. El Madrid no juega finales, las gana.
Para llegar a esta final, el Madrid se repuso a dificultades desde el inicio de la competición. Perdió en casa contra el Sheriff (hasta escribirlo da vergüenza), ganó al Inter los dos partidos con cierto sufrimiento (el Inter es, probablemente, uno de los mejores rivales para el Madrid en competición europea) y se plantó como primero de grupo antes del sorteo para las eliminatorias. Y ahí comenzó el esperpento, la literatura de la historia de esta Copa de Europa.
En el sorteo de octavos de final, el cruce del Madrid salió el primero, señalando un otrora clásico europeo Benfica-Real Madrid. Pero la UEFA, en otra más de sus cataratas de despropósitos bañados en corrupción, se las arregló para hacer mal un sorteo condicionado que podrían organizar primates. De este modo, en vez de continuar el sorteo a partir del cruce del Madrid, que habría sido lo normal y justo, decidieron hacer borrón y cuenta nueva haciendo el sorteo de nuevo. PSG-Real Madrid. El equipo más caro, derrochón y estratosférico contra la tradición europea. Nadie daba un duro por el Madrid tras el sorteo, casi nadie lo daba en los días antes del cruce, sólo los más optimistas creían en el pase a cuartos tras el baño en el Parque de los Príncipes de la ida, y en la vuelta, al descanso con el 0-1 de Mbappé, creo que las expectativas estaban bajo cero. Pero apareció la mística a lomos de Karim Benzema. El francés, segundo máximo goleador de la historia del club (a un gol de superar nada más y nada menos que a Raúl, con el que comparte puesto) presionó a Donnarumma y terminó empatando a pase de Vinicius. Lo que vino después fue la catarsis. Contraataque de caballería conducido por Modric y otro gol de Benzema. Saque de centro del PSG, pérdida y ataque en tromba del Madrid que culmina de nuevo Benzema. 3-1 y que pase el siguiente.
El siguiente era el vigente campeón de Europa, el Chelsea de Tuchel que apeó al Madrid en semifinales de la temporada pasada pasándonos por encima como aviones. El partido de ida en Stamford Bridge puede ser el más completo de toda la campaña europea del Madrid. Dominio de principio a fin y un 1-3 para tener una vuelta tranquila en el Bernabéu que dejara al equipo en semifinales. Pero no. Enfrente, el Chelsea sacó lo mejor de sí y levantó la eliminatoria por completo, poniéndose con 0-3 (que pudo ser un 0-4 en un gol bien anulado a Marcos Alonso) a falta de 20 minutos. El Madrid estaba anodino, romo en ataque e incapaz de sostener al Chelsea, más fuera que dentro de la competición. Pero apareció Modric, con su característico golpeo con el exterior del pie, que le puso un balón a Rodrygo que éste sólo tuvo que empujar. Prórroga. Y ahí, unido al mal partido, se le empezaron a juntar todos los males al Madrid, que terminó el partido con Carvajal de central por las lesiones en la zaga. Sin embargo, en una jugada del enérgico Camavinga, Vinicius termina encontrando a Benzema que, aprovechando el resbalón de Rüdiger, marca con un certero cabezazo. 2-3 y a por las semifinales.
Y en semifinales el que espera es el Manchester City de Guardiola, a la postre campeón de la Premier League, probablemente uno de los 3 mejores equipos del mundo, de esos que no pierden ni 5 partidos en toda la temporada. En la ida, en el minuto 11, los citizens mandaban 2-0, en lo que parecía un descalabro de leyenda. Benzema cazó en un meritorio remate el 2-1 con el que se llegó al descanso, pero el City volvió a ponerse dos arriba al poco de empezar la segunda parte. Dos minutos después, Vinicius hizo la jugada del partido para el 3-2, y Bernardo Silva puso el 4-2 con un golazo por la escuadra. En esos azares del destino que luego se contemplan con una sonrisa, Laporte hizo un penalti tonto por mano a pocos minutos del final, y Benzema lo mando a guardar con un golpeo a lo Panenka. Derrota por 4-3 pero con el colmillo afilado tras las dos eliminatorias anteriores. El madridista tenía la sensación de que la remontada era posible aunque sólo fuera por datos empíricos. Y la vuelta pareció un calco del partido del PSG en el Bernabéu, con el City mandando, con 0-1 a falta de pocos minutos, con Mendy sacando un balón bajo palos y Courtois (con Benzema el mejor jugador de la Copa de Europa este año) desviando por centímetros un tiro de Grealish. Y otra vez apareció el talismán Rodrygo. Primero cazando en el primer palo un gran pase de Benzema, y después poniendo el 2-1 en un cabezazo a pase de Carvajal que peinó Asensio. En la prórroga, Benzema (cómo no) se inventó un penalti en una jugada de Camavinga (otro talismán), lo mandó a la red y no pasó nada más. A la final con épica, una vez más.
Ay, la final. Curiosamente, con esta ocasión se convierte en la final más repetida de la historia de la Copa de Europa. Liverpool-Real Madrid, y sólo se ha dado en tres ocasiones, con reparto igualado hasta el sábado pasado. El Madrid no pierde una final desde la del 81 contra el Liverpool, y el conjunto red no perdía desde la de 2018 frente al Madrid. Atendiendo a la razón, el equipo inglés era el favorito, tras una temporada casi redonda (ha ganado las dos copas inglesas y ha luchado hasta el último minuto la Premier al City) y un juego consistente (otro que no ha perdido ni 5 partidos en toda la temporada). Pero enfrente estaba el equipo que ha desafiado a la lógica durante todo el año, el Madrid de las remontadas y vivir en el filo de la navaja. Y así fue, en parte, la final. El Liverpool salió bien, con la defensa adelantada y presión alta en la salida de balón del Madrid, buscando pérdidas en tres cuartos de cancha que facilitaran la llegada a gol. Los ataques peligrosos se sucedían desde los primeros minutos, y en el 20 una milagrosa parada de Courtois a tiro de Mané lo ejemplificaba todo. Atrás, con Konaté cubriendo las subidas constantes de Alexander-Arnold (excelente lateral), Vinicius pasaba desapercibido y Benzema inexistente. El dominio del Liverpool era claro y el Madrid no inquietaba nada. Hasta que pasado el minuto 40, Alaba pone un balón preciso al desmarque de Benzema que lo deja solo delante de Alisson. La maniobra no le sale bien al francés, pero se monta un batiburrillo en el área que le deja el balón franco para mandarlo a la red. Gol. Bueno, gol para todo el mundo menos para unos zoquetes en la sala de videoarbitraje que no saben siquiera las reglas que han de interpretar. No afectó al resultado, pero el error es tan grave como para que esa gente no arbitre nunca más. Con 0-0 se llegó al descanso.
Y curiosamente, a partir de ahí el partido cambió, el Madrid salió más animado y con más ritmo, al Liverpool se le olvidó presionar y el mando del encuentro cambió de rumbo. El Madrid comenzó a llegar, y en un avance por la derecha de Valverde (excelente partido el suyo), el uruguayo lanza un centro-chut buscando el gol o el pase de gol, y la bola le llega franca a Vinicius para que éste, que le había cogido la espalda a Alexander-Arnold de forma magnífica, sólo tenga que empujarla. 0-1 y a remar. A partir de ahí, el Madrid esperó a matar a la contra y el Liverpool buscó el gol con impaciencia, pero con al menos tres claras ocasiones, todas de Salah. Pero ahí apareció el mejor jugador del partido con diferencia, Thibaut Courtois. El guardameta belga paró un tiro al segundo palo que se colaba con rosca de fuera a dentro, atajó bajo la línea pegado al palo un tiro a bocajarro de Salah, y terminó su faena en una parada de brazo duro tras un desmarque del egipcio que controló excelentemente un balón largo y golpeó con la derecha hacia un gol que jamás se produjo. Fuera de eso, el Madrid controló el partido sin problema desde el gol (minuto 60) y la victoria pareció como otro día más en la oficina. Eso tiene el Madrid, que convierte las finales de Copa de Europa en partidos cualquiera. Es curioso que, después de toda la trayectoria europea en el alambre, en la final no se sufriera tanto. Supongo que es eso a lo que se refiere el mantra. El Madrid no juega finales, las gana.