En estos precisos instantes, mientras escribo estas líneas, mi amigo P. estará aterrizando en Lima. Va a estar allí los próximos dos años, buscándose un poco la vida y en compañía de su novia. La historia es la siguiente: ella encontró trabajo allí como expatriada (ergo condiciones generosas) y él la sigue hacia allá. Gracias a los días de vacaciones acumulados durante años, P. empezará su excedencia en mayo, con lo que en el fondo serán más de dos años fuera.
P. es uno de mis mejores amigos, alguien a quien le confío todo y que me alegra tener a mi lado, y la verdad es que se me hace muy extraño pensar que no lo voy a ver en bastante tiempo. Es cierto que con la tecnología actual hasta puedo ver su careto a través del móvil, pero obviamente eso no es comparable a un "pásate por mi casa, nos tomamos unas cervezas y pedimos unas pizzas".
Pero claro, unas cervezas no son comparables a un "¿y si nos vamos a la Eurocopa de Francia?". Con P. estuve en París, Liverpool, Manchester, Edimburgo y Génova (todos ellos con anécdotas inolvidables), siempre acompañados del otro mosquetero, R. Ahora R. y yo nos quedamos huérfanos de su compañía en esos días de cervezas y esos viajes futboleros, en los que cada uno compartía su vida con el otro y estrechábamos aún más si cabe nuestra amistad.
Tengo sentimientos encontrados con la marcha de P. Por un lado me alegro mucho por él, sé que estaba harto del trabajo y ésta es la excusa perfecta para dejarlo de lado, pero por el otro me da mucha pena no tenerlo cerca. Supongo que, en el fondo, no es más que un pensamiento egoísta, pero es que le voy a echar mucho de menos.
Como él muy bien me dijo anoche, espero que nos veamos pronto, y que no sea en Madrid. Buena suerte en Lima, amigo P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario