En "La balada del Bar Torino", Rafa Lahuerta, ex miembro de Yomus (ultras del Valencia) y fundador de la peña de animación Gol Gran, narra su biografía personal (y la de su familia) como aficionado acérrimo del Valencia prácticamente desde que nació (1971), entrelazando sus vivencias personales y las de su gente más cercana, con las del Valencia. Son unas memorias futboleras en las que el peso está repartido claramente al 50%, porque igual te narra la preciosa historia de su abuelo (que no era abuelo biológico) que su devoción por Kempes. Aunque en el ámbito futbolístico no se circunscribe a la historia del Valencia que él ha vivido, sino que también cuenta historias sobre su fundación (de ahí el Bar Torino del título, donde se fundó el Valencia) y otros hechos memorables (como la final de la Copa del Rey de 1946 o el título liguero de 1971).
Había recibido muchas reseñas de diferentes vías sobre este libro, como si éste fuera el "Fiebre en las gradas" (el famoso "memoir" futbolero de Nick Hornby sobre su pasión por el Arsenal) español. No, no lo es. Y no lo es por un motivo muy concreto: la pasión del hincha que se vuelca en este libro no es la mirada universal de Hornby que hace que cualquier aficionado al fútbol se sienta identificado con lo que cuenta, sino una muy específica con el Valencia como protagonista y que, en vez de aglutinar, discrimina.
Rafa Lahuerta es tan valencianista como "anti" otros equipos, y ese es el principal pero de un libro que está escrito de manera fantástica, en el que hay multitud de referencias literarias, que da gusto leer... Excepto cuando te encuentras esas píldoras de forofo que hacen que se pierda lo ganado. El principal antagonista de Lahuerta es el Real Madrid, incluso Madrid como ente en general. Son muchas las referencias antimadridistas que se encuentra uno en este libro, pondré algunas como ejemplo:
"Sonroja comprobar, finalmente, cómo los mismos que nos pusieron la etiqueta de club llorón y victimista inventaron al poco tiempo la pantomima del Villarato. Así se escribe la historia. Qué fácil es manipular la realidad cuando uno es medio, mensaje y altavoz."
(Curioso es que, en vez de renegar de la etiqueta, simplemente señale que los otros también lo son.)
"Al año siguiente el Valencia CF jugó en Madrid con la camiseta de la senyera después de casi veinte años sin utilizarla. "Horterada valenciana", titularon los ultraconservadores de la villa y corte."
(No comment.)
"El Madrid fue muy superior y ganó 2-1. El gol del Valencia lo marcó Kempes de penalti. Un penalti injusto, por extraño que parezca, tras el piscinazo del inefable Carrete."
(Pero no son victimistas, noooo.)
"Al filo de la medianoche salimos de la estación de autobuses hacia Madrid. El viaje fue surrealista. Justo detrás de mi asiento un castizo de Lavapiés se pasó el trayecto escupiendo flemas en una bolsa de plástico."
(...)
"En ese momento, el castizo del asiento trasero carraspeó como si en ello le fuera la vida, soltó una flema de Champions League en su bolsita de plástico y sentenció con gracejo de cocidito madrileño: "Vais a perder valencianos, vais a perder"."
(Habría que explicarle al señor Lahuerta que "castizo" no es sinónimo de "madrileño", que no todos los madrileños escupen flemas en bolsas, y que no todos son de Lavapiés... Además, el buen hombre tuvo razón, perdieron 3-1.)
"Vino Rafa Benítez y me voy a mojar. Los mejores entrenadores de la historia del Valencia han sido hombres del Real Madrid. Quincoces, Di Stéfano, Benítez. Añadiría a Luis Aragonés, mito atlético pero forjado en la casa blanca. Tienen algo. Saben competir. Conocen los entresijos de la competición. Sólo les vale ganar."
(Ojo, la única vez en todo el libro que nombra al Madrid haciendo un análisis positivo, un mirlo blanco, oiga.)
"El domingo de autos, lejos de estar pendiente el partido del Bernabéu, me fui al ya desaparecido cine Acteon a ver Lost in translation. Cuando salí de la sala me encontré de bruces con el escándalo y la indignación de todo el valencianismo. No era para menos.
Al día siguiente hablé con Cayetano Ros y me propuso escribir algo para El País. Esa misma tarde redactar un primer esbozo de "Antimadridismo madridista". A última hora fui con Eva a la redacción de Poeta Querol para pasar el artículo. Una vez escrito, el bueno de Cayetano lo envió a Madrid. Al leerlo Santiago Segurola dijo que aquello era impublicable, que yo era un don nadie y que El País no podía permitirse ese tipo de colaboraciones. Tenía razón. Lejos de sentirme humillado, la negativa de Segurola fue un acicate para reescribir el artículo, hacerlo más punzante, otorgarle si cabe un empuje más partidista. Al día siguiente lo llevé a Levante-EMV y se lo di a Chente Oliver. Lo publicaron y ahí quedó todo."
(El artículo quedó así: https://www.levante-emv.com/valencia-cf/2016/04/06/articulo---benitez-colgo/1400177.html, y es, efectivamente, el alegato de un ultra forofo, la evidente razón por la cual no lo quiso publicar Segurola.)
"Está en la calle Mestre Serrano, justo al lado de otro templo, el Maipi del irreductible mestallista Gabi Serrano. Cenábamos en armonía cuando entraron al local Santiago Segurola y pareja. Ante mi asombro los sentaron justo en la mesa de al lado. Me pareció entrañable, con el aura de la buena gente. Cuando nos íbamos le comenté si veía al Valencia en la final de Turia. Sonrió. Hablamos de manera distendida y cordial durante un ratito, incluso del gran Toni Servillo y de su maravillosa interpretación en La gran belleza. Fue grato y accesible."
(Resulta alucinante que el forofo escriba ese párrafo perdonavidas, como si Segurola fuera el ultra y él el Jefe de Deportes de un diario de tirada nacional con el prestigio de El País, y no al revés.)
Por otro lado, el autor hace referencia en numerosas ocasiones a su prodigiosa memoria, incluso afirmando que se trata más de un defecto que una virtud, con lo que me resulta muy muy extraño que en estas memorias de aficionado valencianista se pase de puntillas (o no se pase) sobre dos momentos muy concretos: el fichaje de Mijatovic por el Madrid (ni se nombra) y la final de la Champions League del año 2000 cuando el Madrid barrió al Valencia 3-0.
"Los memoriosos tenemos un problema. Se nos mira con recelo. Son resquicios del miedo y la miseria. Todavía hoy la memoria debe justificarse, como si querer saber quién eres y de dónde vienes fuera un tabú, un capricho de ociosos, una manera ridícula de perder el tiempo."
"Empezaba, ahora sí, la ilusión por ganar la Champions. Hasta entonces me parecía tan improbable que París y Milán apenas me dejaron cicatriz. Quizás ahora seria distinto. Ya no soy tan joven y si empiezo a percibir la Champions con expectativas. Si algo condiciona la visión agonista del fútbol es pensar que ese algo puede suceder y tener herramientas para lograrlo."
(Claaaaaro, apenas dejó cicatriz. En París el Valencia era favorito, y decir que perder la final del trofeo más importante del fútbol a nivel de clubes no te deja apenas cicatriz es pura hipocresía, y más si pasa dos años seguidos y el segundo perdiendo en los penaltis. Mis amigos del Atleti serían incapaces de decir semejante sandez, y no son precisamente el paradigma de la objetividad.)
Pero ojo, no todo es antimadridismo, el autor tiene un poco de todo y para todos. Voy a poner sólo algunos extractos, es decir, no pongo todos los que se pueden encontrar en el libro y dejo alguno fuera porque me parece hasta demasiado feo (sobre Alicante, y no hace amigos precisamente):
"Encendemos tracas porque nos sale de los cojones. Ahora están prohibidas en la grada. Pero las encendemos en la calle. Cuando fuimos a Bruselas en el 80 nos amenazaron con suspender el partido si encendemos tracas. Las tracas no hacen daño. Es ruido, pirotecnia, fanfarria. Al acabar el partido los ingleses nos esperaban con palos y navajas. A la violencia real el valencianismo siempre respondía con fuegos de artificio. Es una metáfora que lo resume todo. Armas de fogueo de un pueblo que ha perdido todas las guerras en las que ha participado. Esas son nuestras armas. Pistolas de agua, tirachinas de goma, cerbatanas con el cuerpo de un bolígrafo Bic. En París hicimos temblar los cimientos de la Torre Eiffel. En Milán llenamos de humo la galería comercial de Vittorio Emanuele. En Goteborg no saben cómo era posible que las tracas hubieran..."
(Como en este párrafo, en el libro hay varios alegatos en favor de las tracas, defendiendo su inocuidad... Algo que es falso, el material pirotécnico es peligroso, y más en situaciones en las que se junta mucha gente. Cualquiera que afirme lo contrario es un inconsciente de tomo y lomo.)
"He pensado mucho en todo aquello. Los viajes no me gustan demasiado. Ni soy aventurero ni sirvo para turista. Viajar me genera siempre melancolía. Me obliga a constatar todas las vidas que no podré vivir. Una ciudad sólo se conoce de verdad viviendo en ella, convirtiendo su plano en tu escenario cotidiano de rutinas y malentendidos. El turista aprende un tópico, dos postales, tres anécdotas. Nada. Viajar no garantiza nada. Tampoco leer. Es otra suerte de sensibilidad la que determina la forma de mirar."
(Cuidado, está tan bien escrito ese párrafo que, si no lo analizas bien, no te das cuenta de la cantidad de paletadas que está diciendo.)
"A Ramos Costa no le bastó con ganar títulos tan significativos como la Recopa en Heysel. Le faltó la guinda de la Liga. Debió ser la 80-81. Con Kempes en forma ese título hubiera sido nuestro. Sin embargo, para el gran público puede más el secuestro de Quini."
(La comparación de no tener en forma a un jugador de tu equipo con que otro del contrario esté secuestrado puede ser el mayor ejercicio de subjetividad que me haya llegado de aficionado alguno. Es surrealista.)
"Algunos quisieron que el Valencia fuera como el Barça. Pero Valencia nunca fue como Catalunya. La tradición nacionalista del Barça siempre fue con el marcador a favor. En eso los catalanes siempre han sabido colocar muy bien su mercancía. Una reciente novela de Javier Pérez Andújar, "Catalanes todos", lo cuenta con ironía y precisión. Al Valencia le atropelló el estigma contrario.
Su regionalismo bien intencionado era cutre a ojos de la progresía, como si enarbolar cualquier bandera nacional no lo fuera. El nacionalismo de izquierdas es un oxímoron. Todos los patriotismos son ridículos. El auto odio no sólo estaba en la burguesía no ilustrada de L'Eixample, también en las aulas de las facultades del campus de Blasco Ibáñez. Unos mirando a Madrid, otros a Barcelona."
(Lo que llama regionalismo bien intencionado, parece provincianismo rancio, para qué engañarnos.)
"El Valencia siempre parte con esas armas. Son armas menos poderosas que las de sus rivales, pero son armas lo suficientemente afiladas como para que todas las piezas encajen en un momento dado. Sobre esa posibilidad el Valencia construye su carácter. No es extraño que en ocasiones esa forma de ser genere frustración propia e incomprensiones ajenas. Un hincha del Racing sabe que su equipo no ganará la Liga. Un hincha del Valencia sí lo cree. Como casi nunca sucede su nivel de histerismo parece siempre más visible que el de otros. Es una neurosis muy burguesa. Sísifo con su piedra. Es el precio que tenemos que pagar por ser un club en la rampa de salida. Bendito precio, por supuesto."
(El que sea del Racing, que se joda, viene a decir.)
"El 12 de abril de 1986 estuvimos en Barcelona para ser testigos del primer y único descenso de categoría del Valencia. Al da siguiente un burdo apaño entre Cádiz y Betis confirmó la noticia."
"Vale el dicho de que a perro flaco todo son pulgas Para rematar el empastre, el Valencia fue el último gran conejillo de indias del calendario no unificado. Jugó el penúltimo partido un de antes que su rival más directo. Cuando empezó a rodar el balón el Ramón de Carranza aquel domingo 13 de abril todo el mundo va sabia el resultado final. Empate a cero. Desde entonces me cisco en la simpatía institucionalizada de gaditanos y béticos. Desde entonces hay horario unificado los dos últimos partidos de cada temporada."
(Porque todo el mundo sabe que sólo se desciende si hay algo extraño el último partido, no por haber hecho el ridículo durante más de 30 partidos de Liga...)
"Antes, en diciembre, un escandaloso arbitraje de Pes Pérez contra el Sevilla (no es de ahora) puso en evidencia que pagaríamos en los despachos la presencia de valencianistas ilustres en otros ámbitos de poder federativo. Ahí escribí mi primera carta en prensa. Salió en Don Balón."
(Primera noticia que me llega de las "famosas" ayudas arbitrales al Sevilla cuando juega contra el Valencia)
"Hay clubs donde la afición hace bandera de la fe con absoluta normalidad. El Athletic Club, por ejemplo. Tan vascos, tan raciales, tan de lo suyo. Tanta sobriedad me acojona. No veas qué prestigio tienen. Me fascina que se lo crean. Es admirable. Y la buena prensa que atesoran. Hasta L'Equipe los ensalza. En Mestalla, en cambio, la fe se ve bajo sospecha aunque nadie ose formulario. En el fondo, no somos gente de fe. Todo lo hacemos como si quisiéramos creer que creemos, pero hay algo que nos impide hacerlo."
(A tomar por culo la imagen tan bonita de idiosincrasia del Athletic Club de Bilbao.)
"Haber adaptado como propios los prejuicios de los demás nos obliga a disimular todo el tiempo. Son secuelas de una realidad colonizada por el fútbol bajo el prisma de los discursos tribales/localistas/nacionales que en el fondo nos pillan siempre con el pie cambiado. Lo nuestro es otra cosa pero tampoco sabemos hacerla comprensible salvo cuando ganamos un título y corre la pólvora festiva. Cuando ganamos un título es porque nos disfrazamos previamente de gente con fe. Pero eso no dura mucho. Nos cansa tener fe todo el tiempo. Tiene sentido. ¿Quién necesita tener fe viviendo el paraíso? Es la certeza del Valencia cíclico y generacional, más admirado en Europa que en España. Europa valora el mérito de un club capaz de abrirse hueco entre los dos colosos del fútbol mundial. España no. España sólo vive del idilio Barça-Madrid. Y si abre una tercera vía es siempre para el Atlético. El Atleti se proyecta como la alternativa real. Tiene el prestigio, siempre el impostado prestigio, del cuerpo doctrinal de la melancolía. Nada como la melancolía para seducir a los cándidos. La melancolía es un corolario de lugares comunes que sistemáticamente reproducen los artistas de la cosa para hacerse pasar por grandes pensadores. Qué gente tan cansina. Cuarenta años escribiendo el mismo artículo."
(En Europa se ignora al Valencia, decir lo contrario es falso. Y ya se ve que para el Atleti también había traca...)
"También hubo tirones de orejas, siempre tamizados por la ironía y el respeto. A Ferran Torrent, a Paul Preston, a la serie Cuéntame, a Canal Plus, a Antena Tres, a la prensa del Real Madrid, a Van Gaal, al histerismo del Deportivo de La Coruña, al mítico San Marino. Y por supuesto las más enérgicas, siempre contra la ampliación de capital de Paco Roig, antesala del drama actual."
(Lo que se dice autocrítica no había mucha, la verdad.)
"Tras unas semifinales contra el Barça henchidas fe y fortuna nos plantamos en la final contra el Getafe. La final se jugó en el Calderón, el miércoles 18 de abril, a las diez de la noche. Ya la previa vino ambientada por los comentarios del Rey español alineándose de manera ambigua con los madrileños. Sin problemas. Al menos, y por una vez, no hubo hipocresía."
(No recuerdo comentario alguno del Rey emérito, pero lo que está claro es que toda España iba con el Getafe por dos razones: porque era el equipo pequeño y porque el Valencia, por actitudes como las ya expuestas, es un club que cae mal.)
En definitiva, se trata de un buen libro que podría ser fantástico sin la mirada provinciana que tanto (y por lo visto, tan acertadamente) se le achaca a los valencianos en general y a los valencianistas en concreto. Tener orgullo del sitio del que eres me parece genial (yo lo tengo), pero ese resquemor hacia lo ajeno sólo deja entrever un complejo de inferioridad enorme (valga la paradoja). Para terminar pondré un extracto de lo que creo que debería haber sido el libro si le quitáramos los complejos:
"Mi padre ya llevaba dos años viviendo contra pronóstico. Por eso, verle llorar aquella tarde cuando ni siquiera lo había hecho el día de su sentencia médica me causó una conmoción especial. Aquel hombre lloraba por una ficción pero luchaba a brazo partido contra la enfermedad de una forma admirable. Lo intrascendente le hacía llorar. Lo trascendente luchar y rebelarse. Prometo que ese llanto nunca lo he olvidado. Un condenado a muerte lloraba el descenso a Segunda de su equipo. Ahí, para los que no pueden entenderlo, mi madre entre ellos, radica el misterio de la militancia futbolera."
Si todo el libro fuera así, habríamos tenido el "Fiebre en las gradas" español. Una pena.
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