Una colección de historias, anécdotas, reflexiones y chorradas varias sin más objetivo que entretener

martes, 23 de abril de 2019

Aviones

Hasta hace unos años (probablemente hace casi tres, cuando cambié de trabajo) cada vez que me subía a un avión, cuando el cacharro estaba a punto de despegar, rememoraba todas y cada una de las ocasiones en las que había hecho un trayecto en avión hasta ese momento. El año pasado, entre trabajo y ocio, cogí veinte aviones, así que es algo que ya resulta muy complicado de realizar. Sin embargo, me di cuenta de que aquí sí podía llevar a cabo ese recuento haciendo una pequeña reseña, y eso es lo que viene a continuación.

La primera vez que viajé en avión, debía tener diez u once años, fui a Mallorca con mis padres y mi hermana. No recuerdo mucho de aquella experiencia, sólo que no pasé miedo alguno, que me molestaban un poco los oídos porque se me taponaron y que, al viajar de madrugada, en el autocar que nos llevó del aeropuerto al hotel me quedé dormido y olvidé mi bolsa de G.I.Joes en el asiento (un trauma, para qué engañarnos). Obviamente la segunda vez que viajé en avión fue para volver a Madrid

La tercera y la cuarta ocasión que viajé en avión se dio en 1998, con 16 años, en el viaje de 3º de B.U.P. que hicimos a Praga, Viena y Budapest, ida a la capital checa y vuelta desde la húngara. No recuerdo nada del viaje de ida, sólo que bajamos del avión en la pista y fuimos andando hacia los edificios del aeropuerto propiamente dicho. Era de noche e íbamos muy abrigados (luego los abrigos desaparecieron durante aquella semana porque hizo un calor inusual para la primera semana de abril). En Viena vimos el partido de semifinales de Copa de Europa entre el Madrid y el Borussia de Dortmund, pero esa es otra historia. Del trayecto de vuelta recuerdo que iba con mi camiseta de rugby de Inglaterra (todavía la tengo), sentado con A. y con M. (cochino), y que me caía de sueño porque apenas dormimos.

La quinta y sexta vez que me monté en un avión fue también en 1998, cuando estuve un mes de inmersión lingüística (como lo llaman ahora) en Galway, Irlanda. Volamos a Dublín y también volvimos desde allí. De aquellos trayectos recuerdo algo más. A la ida hubo "overbooking" y las colas para pasar ni siquiera existían, era una auténtica marabunta. Mi madre se puso dura (en mi familia llamamos a la anécdota "la del bolso" o "que mi niño entra en el avión") y le dijo a una de las azafatas "ahora nos toca a nosotros" con un tono como el de Schwarzenegger en las películas de Terminator. Entré y compartí asiento con dos chicas de mi colegio con las que antes de aquello no había cruzado ni media palabra, lo que sí recuerdo es que nos dieron de comer (algo que ahora sólo pasa en turista para vuelos largos). El mes aquel fue una gozada, una fuente de anécdotas casi inagotable (conocí a V., por ejemplo, aunque no me di cuenta hasta después). La vuelta, también desde Dublín, fue curiosa porque cancelaron el vuelo y tuvimos que pasar la noche en el aeropuerto, aquel año hubo Mundial (el de Francia) y Nike había sacado un anuncio de la selección brasileña en un aeropuerto, que nos dedicamos a replicar con una pelota de papel gigante que montamos. Al final entramos todos en un Jumbo (de esos con cuatro asientos en el medio) y llegamos a casa contentos.

La séptima y la octava ocasión que fui en avión fue en el verano del año 2001, cuando viajé a Túnez con mi familia, después de cumplir 20 años. De nuevo recuerdo poco de los trayectos, sólo que fueron de madrugada y que llegamos hechos mierda en ambas ocasiones. En la ida perdieron mi maleta (estuvo en Lyon, que es un sitio que curiosamente nunca he visitado) y estuve unos días poniéndome ropa de mi hermana y de mi padre, un planazo, vamos. Eso sí, el viaje fue estupendo, con un circuito por el país y tres días en Monastir (donde rodaron "La vida de Brian" o "En busca del Arca Perdida") con playa y tal. Es una de esas vacaciones inolvidables, con anécdotas jugositas también, como cuando hice un comentario sobre Manuel Feijóo (el hijo de Rita Irasema y sobrino de Emilio Aragón) llamándolo Milikito Jr y resultó que su novia venía de viaje con nosotros...

La novena y la décima vez que viajé en avión fue con 21 años, en el verano de 2002, cuando fui a Grecia con la familia (hasta 2006 fue una bella rutina ésta de viajar en vacaciones al extranjero). Volamos a Atenas y recuerdo que al salir del avión recorrimos pasillos y pasillos de la nueva terminal que estaban terminando de montar para las Olimpiadas de 2004. Grecia es un país brutal, con una comida prima hermana de la nuestra, muchísimas cosas para ver (sólo la Acrópolis es impresionante, pero está Olimpia, Delfos, el bello pueblo costero de Nauplia...) y con un idioma que si no pones bien el oído suena exactamente igual que el nuestro (tienen la misma musicalidad por la similitud en la fonética, se ve). Eso sí, en mi vida he pasado más calor que en el país heleno, era como el calor más castigador de Madrid en grados y la humedad más jodida de Barcelona. Ni siquiera en Túnez el año anterior había tenido tanto calor.


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