Cuando uno tiene un viaje en avión con muchas horas por delante y el sueño no viene a visitarte, la alternativa es ponerse a ver películas como un loco, leer si es que no tienes pantalla (ahora mismo los aviones de vuelos largos suelen tenerlas individualizadas para todos los pasajeros) o aburrirte. Afortunadamente, tanto a la ida como a la vuelta de mi último viaje, tenía una amplia oferta de películas donde elegir, así que procuré no aburrirme. A la ida caí dormido fácilmente, pero a la vuelta necesité de varias películas para poder perder la consciencia. Una de ellas fue "Julieta", la última película perpetrada por Pedro Almodóvar. Sí, perpetrada, tras la mayúscula estupidez de "Los amantes pasajeros", el ¿cineasta? manchego ataca de nuevo, esta vez con un pseudo dramón de tres al cuarto que pasaré a desmenuzar (OJO, spoilers).
Julieta, interpretada por Emma Suárez con un peinado horroroso (esa espléndida mujer no saldría a la calle con el pelo así en la vida), es una mujer de más de 50 años que está empacando para marchar de Madrid con su pareja (Darío Grandinetti, un argentino de mediana edad que interpreta a un argentino de mediana edad), cuando, por azares del destino (o eso nos quiere mostrar Almodóvar) se encuentra con una amiga de su hija. Al oír de su hija tras tantos años, cambia radicalmente de opinión, y decide no sólo quedarse en Madrid, sino volver al edificio donde vivía con ella, y allí comenzar a escribir una carta que se supone servirá de hilo conductor a la historia. Digo se supone porque en realidad la carta es la pobre excusa para empezar a hablar del pasado desde el presente, lo que demuestra que en su empeño por ser original, Almodóvar tira de un truco manido y encima lo usa mal: con escenas al principio constantes (el largo plano secuencia con Emma Suárez en camisa y bragas) que, con el devenir de los minutos, se van diluyendo hasta que la carta se queda en nada.
De este modo, la Julieta que aparece en pantalla, visiblemente más joven e interpretada por Adriana Ugarte (vaya casting el que pretende hacernos creer que estas dos mujeres tienen algo en común) con un pelo y un peinado que ni el David Bowie más extravagante ha llevado nunca (en el primer fotograma en el que la ves, ya provoca risa), viaja en tren y conoce a un hombre con el que, tras una esperpéntica escena con un ciervo y un suicida (todo en ella resulta falsamente simbólico, completamente inane), termina acostándose. Aunque parezca que el hombre, uno de esos tiarrones que toda mujer heterosexual encontraría apetecible, sea de atrezzo, resulta que no, que unos meses después ella recibe una carta de él y retoman lo del tren. El muchacho no tiene desperdicio, está casado con una mujer que está en coma (aunque ésta palma según llega Julieta al pueblecillo costero del Norte donde vive) y es pescador. Aquí hago una parada. Almodóvar no ha debido ver un pescador en su vida, porque lo que nos pone es un modelo de Dolce & Gabbana para interpretarlo, cuando Karra Elejalde es probablemente lo más parecido a la realidad.
La muchacha se queda embarazada (ahí le bailan las cuentas al manchego porque no queda claro si ha sido el pescador de Gucci o el Espíritu Santo) y nace la causa de todas las desgracias, Antía. A partir de ahí, la historia pierde la poca ilación que tenía, con Almodóvar pegando saltos de años en el tiempo que sólo percibimos en los cortes de pelo de Adriana Ugarte y presentándonos personajes como de la nada (el viaje a ver a los padres de Julieta es de traca: el pescador no va, Julieta no ve a sus padres desde hace ni sé sin un motivo aparente, Julieta es andaluza y no se lo cree nadie). Es en ese momento cuando, en el dramón de Antena 3 de fin de semana que es esta película, vuelve a surgir el recurso facilón y el pescador de Armani la palma faenando en plena tormenta tras haber discutido con Julieta porque se acostaba de vez en cuando con una amiga suya (una artista local interpretada por Inma Cuesta, ¿quién podría culparlo?), cuando ves que no pegan ni con cola y ni siquiera hablan (¿cómo conviven tantos años así?). Y de aquí el no parar, el descenso a los infiernos de la estupidez, la inanidad más absoluta.
La niña estaba de campamento y, de primeras, no le cuentan nada. Resulta que ha hecho buenas migas con otra niña que vive en Madrid y allí que va a por ella. Se lo cuenta y tampoco es que sufra mucho, mientras que Julieta sigue como idiotizada (quizás lo único real de toda la película). La madre de la otra niña le ofrece quedarse cuidando de las dos niñas mientras se van de vacaciones y eso degenera en que se quedan a vivir en Madrid y en barrio pijo (sí, así como suena, de buenas a primeras y sin trabajo ni nada). En el siguiente salto temporal, ya hemos cambiado de Adriana a Emma (con un truco de adolescente haciendo un corto), Antía ya tiene 18 años y se va a pasar el verano previo a la Universidad en un retiro....Y desaparece. Julieta va al sitio y le dicen que no quiere verla más, y tras investigar un poco y hablar con la artista (que se está muriendo trágicamente, cómo no) mata dos pájaros de un tiro: se entera de que la culpa de la muerte del padre (¿?) y se echa novio (Darío Grandinetti, en la actuación más creíble del film, haciendo de sí mismo). De tal manera que volvemos al inicio de la película. Entonces, tras un accidente de tráfico casi tan estúpido como la película, Julieta recibe una carta de Antía en la que ésta le informa de dónde está exactamente y que entiende cómo se debió sentir Julieta cuando ella desapareció porque ahora uno de sus tres hijos se ha muerto ahogado. Julieta se dirige con su novio argentino de mediana edad a ver a Antía. Fin.
Para el que no haya visto la película y lea esto, juro que no me he inventado nada (ni siquiera lo último). Todo este cambalache de astracanadas es la última película del "genio". Boyero se queda hasta corto, porque es un cúmulo de chorradas sin sentido tal, que el espectador no puede más que quedarse perplejo ante la novelita rosa de adolescente hormonada que presenta el manchego. Los recursos facilones, la carencia de cohesión, los errores de raccord (relojes parados, por ejemplo), la falta de coherencia dentro de su propia absurdez, los giros de guión de telefilme barato, la pésima elección del casting (lo peor la elección de dos mujeres tan diferentes y el pescador modelo), la cuidada estética para no terminar contando nada...Podría citar muchas razones más para calificarlo como lo que es: un bodrio. Menos mal que no pagué ni un euro por semejante mamarrachada.
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